La retranca y los caracteres nacionales

El término común para designar la correa que pasa por debajo de la cola de las cabalgaduras y que se une a la silla o a la albarda para impedir que estas no resbalen hacia delante era, primitivamente, un derivado del árabe tafar que pasó al gallego como atafal, atestiguado ya en los Cancioneros medievales; al leonés como atafarra; al castellano como atafarre o tafarre, más tarde ataharre; y al catalán como  tafarra.  No es extraño, pues el léxico referido al caballo es en gran parte de procedencia árabe en las lenguas peninsulares.  Piénsese, por ejemplo, en  castellano, en términos como  acémila, aciones, albarda, alforjas, arreos, arriero, arnés, jaeces, jinete, ronzal, zahones, zaíno… Pero, poco a poco, una nueva palabra va a entrar en competencia con ataharre, atafarra, tafarra o atafal. Esa palabra  es retranca.

Retranca, reretranga, retranga, ataharre, atafal

El romance en que primero se atestigua es en catalán en la forma antigua de reretranga, que más tarde por haplología se reduce a retranga. En las Disposicions sumptuarias de Barcelona de 1330 se dice que nadie lleve cella ne fre ne pitral ne retranga en que haje obras de fil daur o dargent. Ese prefijo rere– aparece en otras formas catalanas que llegan a nuestros días como rerefons (trasfondo) o rereguarda (retaguardia). Esto nos obliga a pensar que el prefijo que aparece en reretranca o retranga no viene  de un re– latino sino de un retro-, que en zonas pirineaicas y en castalán pasa a rere–  y luego a re– con el significado de cosa o lugar que está detrás de otra, tal como aparece en recámara, retablo, reojo, rebotica, recocina…  Si consultamos el CORDE (Corpus Diacrónico Del Español) nos dice que retablo se registra  hacia 1396, recámara hacia 1498,  rebotica, hacia 1619, reojo hacia 1646. Recocina es mucho más moderna, de finales del XIX.  Corominas dice que todas ellas se registran tardíamente en castellano y que están todas antes en catalán, por lo que sería muy posible que fuesen catalanismos en  castellano. Es más, este grupo de palabras es apenas productivo en castellano, tal vez porque ese re-, con el significado lugar posterior no sea genuino, sino una importación. En castellano el sufijo retro– tiene descendientes en palabras como  redopelo (ya en don Juan Manuel, hacia 1337-48. Libro de la caza ) con el significado de a contrapelo. También el adverbio arredro con el significado de atrás, hacia atrás, y el verbo arredrar que significa  atemorizar o echar atrás. Está retro– en  redrojo, redruejo o ridruejo, que es el racimo que dejan atrás los vendimiadores. En gallego-portugués  está arredar,  hacer ir hacia atrás, y derradeiro, que vale por último de una serie. Por lo tanto retro, no puede dar en castellano ni gallego-portugués re-, como sí lo hace en catalán.

Pero tenemos otro grave problema para explicar retranca desde el catalán. Si el primer elemento de esta palabra es re– y el segundo tranga  o tranca, este último en absoluto es catalán, donde tranca, con el valor de barra de madera,  es palabra muy moderna y evidente castellanismo. Retranga en catalán tiene que ser un préstamo de zonas próximas a Cataluña, en lugares donde se empezó a usar la retranca  en las caballerías. Corominas dice que esa zona muy bien puede ser la de los Pirineos occidentales, cuya retranca no era aún una correa de  cuero o cáñamo, sino un arco de madera. Resulta, sin embargo, difícil de aceptar que a un arco de madera se le pueda llamar tranca. Tal vez pueda ser otra cosa.

Si nos atenemos a las definiciones de recámara o rebotica, veremos que no son la cámara o la botica de atrás, sino lugar que hay detrás de la cámara o de la botica. Si esto es así, retranca es algo que hay detrás de la tranca, no la tranca de atrás. En este caso, tranca vendría a significar anca o zanco, aquello con que el animal da el paso o zancada. Ayuda a esto el que en algunos lugares de Extremadura tranco signifique pernada o cada una de las grandes ramas de un árbol. En Cantabria tranco es cada una de las piedras que sirven de vado para pasar un río, es decir, cada uno de los apoyos  para dar los pasos obligados. En Ribagorza tranc es el conjunto de escalones de un campanario, que equivale a  los pasos que hay que dar para subir  al campanario. Quevedo en La hora de todos y la Fortuna con seso, al hablar de la carreta de un afilador, dice que es un edifico de cuatro trancas, es decir, de cuatro patas o barras. Trancada vale por zancada o paso largo y trancar es dar trancos o pasos. Tranco está vivo  en  frases como ir al tranco, perder el tranco, de tranco en tranco, tranco a tranco, a tranco manso, a tranco firme, a tranco ganador, en dos trancos (muy cerca) o tranco de pollo (paso muy corto). En el Diablo Cojuelo de 1641, que se divide en trancos, no en capítulos, de Vélez de Guevara aparece la frase apurar el tranco y el adjetivo cojitranco, que parece bastante expresivo.

Extensión de la palabra retranca

El primer registro de la palabra retranca en castellano es de1 403, según Corominas, en un documento procedente de Aragón. Casi por las mismas fechas aparece ya en el Cancionero de Baena. Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611) da ya la variante arritranca, y registra también ataharre junto con grupera o gurupera, préstamo reciente en aquel entonces en el castellano.

Retranca y sus variantes (ritranca, arratranca, arretranca, arritranca…) comienza pues a enfrentarse con ataharre, en el dominio castellano, y con atafal en el domino gallego-portugués. En el dominio catalán reretranga o retranga entra en colusión con tafarra y con rabasta,  pero con peor suerte  ya que rabasta es hoy en día el término que  prefieren los diccionarios catalanes. Sin embargo, desde el catalán de Alguer retranga pasó al sardo donde encontramos arratranga, e incluso latranga o litranga. En Cerdeña está también arretranga y retranga.

A partir de su significado originario retranca fue tomando otros, como, por ejemplo, el de freno ya no solo de la cabalgadura, sino también del carro. Así se puede encontrar en Andalucía y en Cuba, Perú o Colombia, donde retranca es sinónimo de galga del carro. Incluso en Yucatán llega a significar freno de los molinos de viento, y en Guatemala puede designar la marcha reductora de los vehículos 4×4 o todoterreno. En Canarias retranca  hace referencia al freno de mano de un tranvía.

En el catalán de Valencia podemos encontrar frases como anant a la retranga, en el sentido de ir detrás de, seguir. Lo mismo en Andalucía, en Argentina y Chile, donde además, hacer retranca quiere decir apartase, separarse de algo. Ir a la retranga es negarse a hacer algo, poner obstáculos a algo. Tirarse a la retranca es dejar de hacer algo o trabajar de forma simulada.

En fútbol y en Argentina jugar a la retranca es jugar atrás, jugar a la defensiva. Con este sentido lo podemos encontrar también en Brasil, en donde, retranca puede significar simplemente defensa, no ya defensiva.

La retranca y la tranca

Encontramos también retranca con el valor de tranca, palo grueso y firme. Aquí el prefijo re–  no tiene el valor de lugar trasero, de atrás, sino el intensivo que refuerza el significado primitivo. Así en Medina del Pomar (Burgos) la Puerta de Oriente en la Edad Media tenía dos hojas ferradas de roble que cerraba la villa tras la queda con cabrestantes y cadenas, tranca y retranca. Es el significado primero de atrancar, el de  cerrar algo, una puerta o una ventana,  con una tranca. También, en Fuente del Arco (Baja Extremadura) se llama retranca a la simple tranca de la puerta.

Esta  tranca o retranca puede ser madera, pero también de hierro. En Arjona (Jaén ) se llama retranca a una barra de hierro con un extremo en forma de gancho que sujeta la puerta. En Torredonjimeno, también en Jaén, una retranca es una estaca. En el léxico marítimo se llama, ya desde el XVI, retranca a una de las vergas del mástil de mesana, también registrado en portugués.

En gallego encontramos en el Diccionario galego-castelán de Carré Alvarellos  de 1951 una retranca que viene a ser: Madero del potro de herrar entre dos columnas posteriores, donde se apoyan las patas traseras del ganado, definición que será luego repetida por otros diccionarios, pero como ya veremos la Normativa de ILG-RAG no registra. En este caso el sufijo re– tanto puede interpretarse como intensivo para significar tranca grande como el de locativo de lugar de atrás de  otro, pues en verdad que aquí retranca es una tranca de atrás o trasera. En el Glosario de voces galegas de hoxe (1985) de Constantino García se da retranca como variante de tranca y retrancar como variante de trancar.  En el Vocabulario de San Jorge de Piquín de Anibal Otero,  retrancar vale por: Detener un carro atravesándole un palo delante de las ruedas. Poner algún obstáculo a una caballería para que no ande.

Retranca en los diccionarios de castellano y de gallego

En castellano, desde su primer registro hasta finales del siglo XX, los significados de retranca tienen que ver o con la correa o cincha del caballo tantas veces citada, o, como acabamos de decir con tranca, palo grueso y firme. La creación de segundos significados por metáfora es cosa tardía. En Asturias, en  el valle del Nalón, encontramos algunas valoraciones morales peyorativas, ya que retranca puede significar persona poco agraciada o retrasada. En tierras de Soria, la frase: Ya se le bajó la retranca vale por: Ya se le pasó el mal genio.  En el DRAE no encontramos retranca con valor de intención disimulada u oculta hasta la vigésima edición de ¡1984! y como quinta y última acepción. Antes vienen las de correa del caballo; línea retrasada en una batida de caza; en Andalucía, freno del carro; en Colombia y Cuba freno de distintos carruajes. Hay que esperar hasta la vigesimosegunda edición de 2001 para que se invierta el orden y se dé como  primera acepción, por ser la más usada, la de intención oculta o disimulada. De todas maneras extraña la tardía aceptación de esta palabra con este significado, tal vez por considerarlo ajeno al castellano y ser un posible galleguismo. En esta lengua ya Marcial Valladares registra en 1884, cien años antes, un retranqueira como trastienda, o cautela en el decir y obrar

En el Gran Diccionari de la llengua catalana del Institut d´estudis Catalanes, admite retranca y retranga,. El primero como castellanismo y el segundo como genuino catalán, pero nunca con el significado de intención disimulada u oculta. En retranga solo se dan  como sinónimos tafarra (antiguo) y rabasta. Tampoco encontramos retranca con este  significado  eusquera.  En Hispanoamérica apenas  hay casos de retranca  con esta acepción, salvo en Argentina, y tal vez, como cosa de “gallegos”.

En el diccionario portugués de Porto Editora se registra retranca no solo como correa del caballo sino también como retraimento, reserva o como individuo tímido e pouco sociavel. Estar ou ficar na retranca significa desconfiar y  pôr-se na retranca, tomar cuidado, desconfiança.  Aunque en portugués retranca parecer ser un préstamo del castellano, esta última acepción del Porto Editora se aproxima a algunas otras como las que hemos citado más arriba del  Valle del Nalón o de Soria. Estas acepciones de mal genio, retraso o escaso de gracia corporal son todas negativas y parecen ser las primeras metáforas derivada de retranca.

La metáfora que hace que retranca pase a significar intención oculta y disimulada  se forja a partir del prefijo re– locativo que vale por  lugar de atrás de otro, lugar que este primero oculta. Actuar o hablar con retranca es hablar o actuar por detrás. Y es, en origen, una metáfora  peyorativa. Hablar con segundas intenciones, con ocultamiento o simulación de algo que está por detrás de lo que literalmente se dice, en principio, no puede ser caracterizado más que como rasgo negativo de quien así habla. No hablar claro parece incumplir uno de los primeros requisitos del coloquio. Quien así habla no es de confianza.

La retranca y los gallegos

¿Y de quién o de quiénes se podía decir que hablaban con  retranca? Pues no cabe duda que de los gallegos y todo a partir del siglo XVI, no antes, cuando en la lengua y literatura castellana el calificativo de gallego comienza ser claramente negativo. Es la época de  de la expulsión de los judíos, de las primeras ordenanzas contra gitanos, de la limpieza de sangre, dela Inquisición… Es también la época de la primeras migraciones importantes de los gallegos a plazas castellanas, no solo a la siega, sino como criados, mozos de cuerda, aguadores, recaderos, pícaros de cocina… los peores oficios que se podían encontrar. Y además hablaban en una lengua que no se entendía, y no se entendía por no castellana ni portuguesa, sino por ser mestura  o degradación de ambas, impura, como creían.

Ese gallego que es pobre y no se le entiende al hablar, es además desconfiado,  contesta preguntando, es tacaño, sus mujeres son amas de cría, criadas  cuando no prostitutas… No vamos a repetir aquí lo tantas veces repetido sobre la valoración negativa del gallego y los gallegos en la Corona de Castilla, y más tarde en América. Los ejemplos en la literatura, en los refranes, en el habla coloquial  o en los  chistes de uno al otro lado son más que abundantes. Llegan hasta nuestros días. Retranca es, pues, palabra que  define lo gallego  en Castilla y, dejémoslo muy claro, de forma peyorativa .

Con esto queremos hacer notar, además, que:

  1. La palabra retranca es seguramente un préstamo en castellano proveniente de los Pireneos aragoneses que acabará desplazando a ataharre.
  2. Del castellano pasó al gallego,  y desplazará a atafal, que era la palabra genuina.
  3. La invención de la metáfora de retranca como hablar con segundas o con disimulo es una invención castellana para caracterizar al gallego  y, en principio, de forma peyorativa.
  4. Si se aplicaba retranca a lo gallego y al gallego, aquel que hablase como el gallego, hablaba con retranca. De ahí la extensión de retranca a todo el ámbito peninsular, salvo el vasco y el catalán. En su  extensión, sucede lo mismo que con el término pícaro.

Otra cosa es cómo, desde una significación negativa y aplicada a lo gallego, se fue convirtiendo en positiva, en signo de cierta habilidad o gracia que pueden tener todos, pero que los gallegos  tienen en grado sumo. Veremos cómo y cuándo.

Antes podemos comparar cómo se caracteriza en castellano la  retranca y cómo en el gallego. En castellano retranca connota doblez,  malicia, ocultación, segunda intención, astucia, zorrería artería, engaño… todo lo cual es claramente peyorativo. En los diccionarios gallegos  retranca connota ardides, astucias, mañas, circumloquios, evasivas y rodeos para decir algo grave sin comprometerse, zorrerías, estratagemas para salir con bien de un mal  paso…  Algunas de estas valoraciones son claramente positivas, sobre todo astucia, habilidad, cautela, maña…  Estas “cualidades” serán aprovechadas por los autores del Rexurdimento (Resurgimiento, no Renacimiento), a mediados del XIX, para caracterizar al campesino gallego, y con él a Galicia entera frente al maltrato y minusvaloración que sufrían. Ahí está el poema de Rosalía contra Castilla o los versos de Pondal en Os Pinos que luego servirán como himno (Non des a esquecemento/da inxuria o rudo encono/ desperta do teu sono/ fogar de Breogán…). En el Rexurdimento, frente al estereotipo negativo del gallego creado en Castilla, se crea en Galicia otro estereotipo del campesino lleno da saudade, de morriña, de retranca, de ironía o de astucia. Es la figura del tontilisto hábil para el disimulo, para soslayar preguntas, para contestar con otra pregunta,  y por qué no, con cualidades para la abogacía o la política. Ejemplos, y muchos, de estos últimos hay los que se quieran en la época de la Restauración canovista.

El resultado final, la transformación, y confirmación de que la retranca es algo enteramente positiva la encontramos en el Diccionario de la  Real Academia Galega, de 1997, que es quien define la norma lingüística. Dice en retranca: Habilidade para falar con segundas intencións, en especial cando se procura unha gracia intencionada no que se di. Ahí está la retranca convertida en un don, en una gracia, gallegos.  Y este es el único significado que el VOLGA, Vocabulario Ortográfico da Lengua Galega,  de finales de los ochenta, y ese diccionario normativo de 1997, ya citado,  admiten  ya que solo dan  retranca y retranqueiro en este único sentido, y excluyen el referido a la correa del caballo y otros, como si sospechasen, sin decirlo, que estas acepciones que diccionarios gallegos más antiguos admitían,  no son las genuinas gallegas, sino importaciones castellanas. Para la correa del caballo dan atafal y atafarrilla y no dan retranca como sinónimo. Parece, pues, que en principio y en gallego retranca, que tanto sirvió para definir lo gallego, era palabra extranjera. Como tantas otras.