Hasta los Campeonatos del Mundo de 2010 el gol de Zarra a Inglaterra en los primeros mundiales de la posguerra internacional nos recordaba la asignatura pendiente del fútbol español. Desde entonces, con España liderando el fútbol internacional, todo ha cambiado en ese aspecto. Pese a ello, los España-Inglaterra siempre han de tener ese peso nostálgico de las bellas historias, muy mal contadas, dada la incultura reinante entre los escribidores y alentadores profesionales de la locura futbolera. Los que, aliados ahora con el fútbol televisivo de nunca acabar, están en trance de convertir en odioso ese formidable deporte-espectáculo.
Un tanto por diversión, para sobrellevar la insoportable e inacabable campaña electoral, hoy les propongo la lectura de esta crónica sobre los España-Inglaterra. O si lo prefieren, voy a tratar de que adviertan a través de esa historia, cómo el fútbol, además de droga adormecedora para las gravísimas circunstancias que nos cercan en el día a día, también viene a ser una profunda metáfora sobre la sociedad a la que pertenecemos.
Espero, pues, que la novedad del enfoque les divierta.
El Gol de Zarra
Quien esto escribe acababa de cumplir los 9 añitos cuando el delantero vasco protagonizó el histórico chupinazo. Desde entonces, viví la recreación un número incalculable de veces; sin embargo, por más que lo intente, no logro recordar aquel Campeonato.
En nuestra casa pontevedresa (comparable a la de cualquier españolito urbano de clase trabajadora) no hubo aparato de radio hasta 1954. Es cierto que un año antes del gol (1949), al venir a vivir al mismo edificio unos tíos, su aparato de radio formaba parte de la nuestra. Recuerdo con nitidez a aquel tío (franquista, por supuesto) pegado a la radio inglesa, escuchando todos los noticiarios en español de la BBC y todos los partes de Radio Nacional de España; pero no recuerdo haber oído el estruendo del gol de Zarra, ni he percibido jamás su impacto en mi familia. Sin embargo, pocos años antes (1947), cuando cruzó la ciudad Eva Perón (en coche descubierto, con amplia pamela blanca), aún hoy me veo en medio de la multitud, con una nitidez que no he de olvidar mientras viva.
Recuerdos y olvidos
Evita Perón con Franco |
Como historiador, tengo que conocer la razón de mis recuerdos y olvidos. También como ciudadano. Sobre todo desde que descubrí (jovencito) cómo se trafica con ellos.
Algunos de estos recuerdos y olvidos, relacionados con el cine y el fútbol, los he contado en Cesáreo González, el empresario-espectáculo. Viaje al Taller de Cine, Fútbol y Varietés del general Franco. Mis lectores de ese libro saben que el Taller del Pardo tardó bastante más de lo hoy que se piensa en privilegiar el fútbol como mecanismo de distensión, interna e internacional. Franco prefería el cine y la radio. Verán por qué.
Una de las grandes paradojas que entraña la mitología de la furia española, tan ligada a los orígenes de nuestro fútbol y al éxito (sorprendente) de los leones rojos en la Olimpiada de Amberes (1920), radica en este pequeño detalle, digno de la mayor consideración. En la célebre selección nacional formada por los Zamora y Cía. sólo participaron las tres canteras marítimas que originaron la futbolización de España: la catalana, la vasca y la gallega. ¡Paradójico, pero incuestionable! Las tres nacionalidades históricas de la (aún) vigente Constitución alimentaron ese mito, tan español.
Dado el peso (lógico) de estas tres canteras históricas en la génesis del fútbol español de alta competición, conocido el habitual mangoneo que caracteriza a los estamentos deportivos, la Liga y la misma formación de una selección española de fútbol se retrasó mucho más de lo que fue común en Europa; pero, desde Amberes, uno de los grandes sueños de los organizadores de espectáculos deportivos en España buscaba la confrontación directa con los fundadores del llamado deporte-rey.
Los inventores del fútbol
Como inventores del fútbol, con potentes campeonatos locales que precedieron a las Ligas nacionales y a los grandes torneos internacionales, los británicos mantienen en juego tres selecciones territoriales. Son la envidia de todos los patriotismos emergentes del planeta.
Desde sus primitivos torneos locales, el fútbol británico también confrontaba entre sí las selecciones de Escocia, País de Gales e Inglaterra (de manera algo más compleja, la de Eire). Cada año. Con la mayor normalidad.
Una añoranza que también encandila a muchos patriotas declamatorios en España, desconocedores (o silenciadores) del hecho de que también aquí se ensayó el patrón inglés durante dos décadas. Pasa que los torneos regionales, inter-regionales e inter-nacionales de esas selecciones locales en España desgastaban al patriotismo local con sus conflictos, violentos e intestinos, de triste memoria. La Liga Nacional de Fútbol nació tarde; pero fue un éxito organizativo más que evidente.
El fútbol, en definitiva, es una metáfora de la sociedad y un campo de experimentación de primer orden. Por eso nos interesó siempre como veteranos investigadores de la sociedad misma. No sólo porque venimos del deporte…
Los añorantes de la privilegiada situación británica (tres selecciones compitiendo, incluso en el plano internacional) propenden a desconocer (o a silenciar) otras dos circunstancias particularizadoras.
La vanguardia del fútbol británico tardó mucho en ser inglesa. Fue mayormente escocesa (y, dentro del fútbol escocés, aún más católica que protestante). Tampoco parecen saber (o se lo callan) que los grandes torneos culminaban en Londres y que las finales, celebradas con enorme concurrencia, eran a mayor gloria de Victoria de Kent, reina unitaria e imperial de la Gran Bretaña.
Sentado lo anterior, se entiende que la representación futbolística de Inglaterra (no de la Gran Bretaña) tuviera entre nosotros una carga simbólica adicional. Con todo y eso, acabó por superarse.
El primer España-Inglaterra
Los enfrentamientos con la “pérfida Albión” se iniciaron en 1929, alentados o asumidos por todos los sectores de la Federación Española de Fútbol.
Fuertes Peralba |
El éxito organizativo de los hombres que gerenciaban el fútbol español en 1929 (cuando la primera Dictadura: Primo de Rivera, 1923-1930) fue reconocido en todo el mundo. Y es lógico, porque merecía serlo.
El fútbol británico era reacio hasta entonces a abandonar las Islas; pero la ocasión parecía propicia. En territorio español, ese mismo año, nacieron formalmente los Campeonatos del Mundo de selecciones nacionales. Hasta entonces, como se sabe, el fútbol internacional lucía en exclusiva como un número más de las Olimpiadas.
El primer España-Inglaterra, como tantos otros fastos de 1929, se tejió en Barcelona; pero el histórico partido se celebró en Madrid. Confirmó todas las expectativas y supuso un nuevo éxito deportivo de la Selección española.
Fue en aquel acontecimiento cuando a la épica de los jugadores en el campo de juego se sumó, por primera vez, la narración radiofónica. La protagonizó un locutor gallego de Radio Madrid: Santiago Fuertes Peralba. Sin embargo, ¿quién recuerda hoy el resultado o al locutor?
¡¡Qué diferencia con el gol de Zarra!!
Fútbol y Guerra Civil
Cesáreo González tuvo mucho que ver con la evolución posterior del espectáculo futbolístico, indisociado ya del radiofónico. Presidente del Real Club Celta durante la República, como falangista fue nombrado “gestor único” del fútbol gallego en la Guerra Civil.
Como gestor, Cesáreo montó los primeros partidos internacionales de fútbol de la España insurrecta. La F.I.F.A., nacida en Barcelona en 1929, se encontró de pronto con una cuestión de enorme alcance político y diplomático.
Esos partidos internacionales de Cesáreo González, en efecto, suponían el tácito reconocimiento de unos insurgentes, muy ligados al fútbol (cierto), pero alzados en armas contra el Gobierno de la República. ¡El único Gobierno legal, reconocido internacionalmente!
Los disciplinados “historiadores” españoles de la España Leal, nos han contado como gestas, las desdichadas salidas del Barcelona y de la Selección de Euskadi. La “guerra dentro de la guerra” de aquella España se hizo aún más pública y manifiesta en su absurdo periplo “propagandístico”. Mientras tanto, los mismos “historiadores” guardan riguroso silencio o aminoran cuanto pueden la importancia de la selección unitaria del gestor gallego. Esto es: de quienes serían (a la postre) vencedores de la guerra civil. ¡¡La más pura desmemoria se vende como memoria histórica!! ¿Otra metáfora?
Tras su triunfo en la guerra civil española, la segunda guerra mundial interrumpió todo el proceso futbolístico. Al confirmarse la victoria aliada, el Taller de Espectáculos del general Franco, escudándose en los malos resultados, cortó la presencia de una España mal situada internacionalmente en las competiciones y enfrentamientos exteriores. No eran los resultados, sin embargo. El régimen evitaba lo inevitable: conflictos y abucheos –lógicos- de los vencedores y de los desterrados españoles. Una circunstancia que también alcanzó a Alemania e Italia, grandes potencias futbolísticas ya por entonces. El cine y la radio resultaban, como diversiones públicas de fácil control, más rentables.
Sin embargo, casi de la noche a la mañana, en la peor de las circunstancias que se pueda suponer, cuando los embajadores abandonaban las embajadas en Madrid (diciembre, 1946), la futbolización española, aliada a la argentina del general Perón, transformó el mundo en lo que hace a este deporte-espectáculo (la primera Copa de la Liga de España se llamó entre nosotros Trofeo Eva Duarte de Perón). Y fue así como la España de Franco, tan mal vista en el plano (político) internacional, pudo concurrir a los Campeonatos del Mundo de Brasil (1950), primeros de posguerra (donde no pudieron estar Italia, ni Alemania). ¡¡Como si nada!!
Al éxito diplomático, evidente, del franquismo, se unió el deportivo.
El gol de Zarra
El gol de Zarra, cantado de manera mítica por los mitólogos más cálidos de la radio de entonces (Matías Prats y Enrique Mariñas) sólo fue un gol. Ni siquiera, como tal, añadía nada al ciento y la madre de los que Telmo Zarraonaindía hizo antes y después; pero aun hoy lo firmarían, con idéntico entusiasmo, los Gobiernos. ¡Fueran del color que fueren!
Para más, el gol se le coló a Inglaterra, a la radio inglesa y a todos los adversarios exteriores del general Franco. Por eso fue el No-Do, como informativo oficial, más que la radio, quien lo convirtió (con la voz exclusiva de Matías Prats) en mitológico.
Desde el punto de vista futbolístico, la victoria tenía poco mérito, porque una Gran Bretaña con tres selecciones nacionales en el campo internacional, no puede aspirar a mucho más de lo que ha conseguido.
En el siguiente compás del Campeonato, la “hombrada” de España la repitieron los Estados Unidos, que nada eran (ni son) en el mundo del fútbol; pero, incluso en el plano deportivo, la selección española logró un honroso cuarto puesto.