El éxito indiscutible de LA CUEVA DE ZARATUSTRA nace de no haber sido nunca un blog personal. Sin forzamiento, como es lógico, el envío de textos, libros y noticias de nuestros viejos amigos de toda la vida, le dieron frescura, variedad de enfoques y los más inesperados asuntos. A esta cita voluntaria de nuestras amistades se suma hoy el mayor trotamundos que he tratado con intimidad en la vida. En un mes (noviembre, 2011) cargado de emociones contradictorias, William A. Christian se interesó (con la calidez de las viejas amistades) por la mayor crisis de salud que he padecido en la vida. Lo hizo desde Canarias, que es su atlántica tierra de adopción. Al salir con bien de mi hospitalización y recuperarme con premura, Bill me manifestó su contento desde Montpellier. Ahora, los lectores de La Cueva van a leer el texto que me hace llegar desde Oregón.
Yo ya lo conocí trotamundos (n. en Northampton-Massachusetts, 1944) en nuestra inolvidable estancia en la Manchuela. Acaso el recuerde el origen de la amistad. Para mi, al fundirse con la vida misma, se ha difuminado. Quizá fuera uno de aquellos sábados en que Sara, nuestra bella amiga Tina y yo viajábamos a Albacete, pasándome yo la mañana en el Archivo. Sí, acaso nos presentó Francisco Fuster, el archivero. Desde entonces, siempre como aparecido, Bill llegaba a Ledaña sin avisar, y siempre le tocaba andar con los jamones que entonces salábamos a la manera tradicional, aprovechando los hielos albaceteños, moviéndolos de la zeca para la meca. Pasado el trajín, al calor casero de las estufas de serrín platicábamos de lo divino y de lo humano. Porque Christian, ya por entonces, andaba –como antropólogo de reconocido prestigio en las universidades del mundo- metido hasta las cachas en esas materias lindantes con el misterio, tan ajenas (al menos en apariencia de las mías) y tan misteriosas para mi, aunque –también en la investigación- teníamos un punto de encuentro. Yo ultimaba mi Agrarismo y movilización campesina en el País Gallego y Bill era discípulo de uno de los clásicos de la antropología y de los movimientos campesinos: Eric Wolf (Lobo, como le decía).
Desde aquellos años inolvidables, entre el antes y el después de la muerte del general Franco, los dos fuimos testigos participantes del acontecimiento y de la transición suarista en los pueblos de Galicia, Castilla, Madrid, Canarias… Con todo, a pesar de esa experiencia, siempre que tuve que preparar un viaje de investigación o filmación por las más diversas rutas de España, recurría a su sabiduría viajera. Fue por él como descubrí la belleza extraordinaria de la provincia de Guadalajara, por ejemplo, al ir a su encuentro para filmar una de nuestras historias con data más originales: «Angeles de Compostela». Poesía e experiencia contemporánea do Camiño de Santiago (TVG, 1990), Una gozada que, a través de Christian, llamó la atención (por su brillante novedad, pese a la precariedad de nuestros medios) en las universidades de su tierra. Porque ya en aquel lejano entonces, Bill era un veterano del Camino a Compostela. Lo había cruzado cuando nadie lo hacía, a finales de los años 60 del pasado siglo. Ya de aquélla, estaba ultimando su primera publicación antropológica sobre materia francesa. Su experiencia del camino lo convirtió en protagonista de nuestra historia y da gusto escucharlo ahora, después de tantos años, contándonos su experiencia y gozando de su lectura de los poemas del otro magno protagonista del documental, la excepcional poesía de Gerardo Diego en Ángeles de Compostela. Ambos, fundidos por mi argumento y la palabra americana de Christian, redondearon una historia de la que aún hoy nos sentimos orgullosos, y en la que el antropólogo norteamericano, de formación protestante, nos descubría (frente a la frialdad del culto oficial a Santiago) la devoción popular, con potente cultivo clerical, de un culto insólito para él y tan normal para nosotros que ni siquiera nos llamaba la atención: el culto a María (“sin pecado concebida”, como le insistían los curas del Camino), reforzado por multitud de imágenes…
Ya por entonces me hablaba Christian de las visiones y los visionarios vascos de los que él mismo nos va a ilustrar en la presentación y en uno de los sugestivos capítulos de un libro sorprendente. Diré por qué.
En 1996 apareció la primera versión de Visionaries: the Spanish Republic and the reign of Christ (University of California Press, 544 páginas). Tres años más tarde comparecía la primera versión en español: Las visiones de Ezkioga. La Segunda República y el Reino de Cristo (Ariel, 515 idem). Hasta aquí, si se quiere, todo relativamente normal. Lo excepcional es que doce años más tarde, en medio de una crisis patética que alcanza a todos los campos (y a los libros de siempre de manera especial), comparezca en 2011 la segunda edición, corregida, levemente aumentada y con un título más agresivo, pero ajustado: El reino de Cristo en la Segunda República. Una historia silenciada. Es un mérito que no se le puede regatear a la editorial, que también nos ha hecho llegar (para gozo de nuestros lectores) el pdf del capítulo VII.
Con la presentación exclusiva del propio Christian y ese capítulo, nuestro Taller se siente honrado, una vez más. ¡Que disfruten con la antropología en estado puro de otro viejo amigo, siempre lejano y siempre entrañable! Bienvenido, Bill, a La Cueva de Zaratustra.
LOS SUCESOS
(LAS VISIONES DE EZQUIOGA)
Por William A. Christian
Tercera edición |
Hace 80 años, a finales de junio 1931, los niños Andrés y Antonia Bereciartu dijeron haber visto a la Virgen de noche en una colina en Ezkio. En el contexto tenso del principio de la República, y con ceremonias guiadas por el párroco de Zumárraga, sus visiones tuvieron una respuesta multitudinaria, y numerosas personas tuvieron visiones. Después de unos meses de duda, la diócesis de Vitoria progresivamente prohibió las manifestaciones, como también lo hicieron el gobernador civil, el gobierno militar, y más tarde el gobierno de Franco. Como consecuencia, las visiones se hicieron clandestinas en numerosos pueblos y ciudades de Gipuzkoa, Navarra y Bizkaia, y para los guipuzcoanos en general fue considerado como un episodio condenado y vergonzante y apenas fue contado a la siguiente generación.
La investigación
Me enteré de las visiones de Ezkioga por los seguidores de las apariciones de San Sebastián de Garabandal, que me proporcionaron el libro del P. Burguera acerca de ellas. Me pareció un asunto rico y complejo que merecía ser más investigado y contado de otra manera, más rigurosa. No sospechaba entonces que en la investigación iba a invertir 15 años. Para echarla a andar, requería un examen exhaustivo de la prensa vasco-navarra, catalana y madrileña; ir haciéndome poco a poco con una colección de los múltiples libros y folletos apologéticos de la época, localizando manuscritos (diarios, cartas, hojas en ciclostil) y fotografías en archivos diocesanos y privados tanto en Euzkadi, Catalunya y Francia. Al propio tiempo, iniciaba lo que sería una larga serie de 200 entrevistas con creyentes y no creyentes.
Los videntes
Hablé con unos pocos de los videntes; muchos habían fallecido; y otros que fueron videntes en su niñez, habían pasado página, prefiriendo el anonimato. A pesar de esa resistencia, solía hacer tanteos a través de familiares o allegados, pero desistía cuando obsevaba la más mínima resistencia. Por la misma razón pregunté poco en Ezkio, y sólo después de cuidadosos tanteos por terceros.
El libro
El libro tiene dos partes. La primera cuenta los hechos, siguiendo a los videntes, sus promotores, y la supresión. La segunda considera diversos aspectos: quiénes participaron entre el clero diocesano, religiosos y religiosas; qué clase de personas, por edad, sexo y estamento social, fueron videntes; cómo eran los trances o estados corporales cuando tuvieron sus visiones; cómo se cambió el paisaje de la colina para adecuarlo a una escena visionaria; qué es lo que los creyentes querían saber del cielo; cómo se utilizaron los videntes para contactar a los muertos; cómo se fueron derivando las visiones hacia temas como el fin del mundo; y qué paso después a los principales videntes y promotores. Es un libro detallado y me temo que un poco largo.
Se hicieron unas presentaciones generosas y bien recibidas en Ezkio, Urretxu-Zumárraga, y San Sebastián-Donostia. Aunque no es un libro “creyente” en las visiones, entre los “creyentes” fue recibido con un cierto alivio como una recuperación de los hechos para la historia. Más tarde, la película «Visionarios» se basó en parte en el libro, pero el director ni consultó conmigo ni mencionó el libro en los créditos. Debido a los añadidos ficticios tal vez hubiera sido mejor ni mencionar Ezkio ni decir que estaba basada en hechos reales.
Me han interesado los hechos religiosos excepcionales en general, porque dejan una huella escrita y fotográfica que revela mucho de la vida de personas que normalmente no entran en los libros y la historia. Son esas personas las que me interesan y que disfruto conociendo. Por otra parte me parece que en alguna manera todos somos creyentes y hasta crédulos en una cosa o en otra, y nadié más creyente (contra lo que el piensa casi siempre de si mismo) que el laico común…