Pícaro

Picar, picaño, pícaro

Afirman los etimólogos que pícaro es un derivado del verbo picar, y que este a su vez proviene de una raíz  indoeuropea de tipo onomatopéyico pikk- , que  imitaría el sonido del pico de las aves al golpear algo. Esto explicaría no solo el origen del verbo sino el de sustantivos como pico, pica, picaraña, picaña, picaño…,  Sin embargo, hay una grave dificultad para derivar de pícaro de picar, porque los derivados de lo verbos en –ar que llevan el sufijo –o, que indica la acción y el efecto de lo que significa su base, tienen todos ellos  acentuación llana. Aunque son más frecuentes en el castellano de América que en el peninsular, podemos dar como ejemplos desfogo (desfogar), descarrilo (descarrilar), entreno (entrenar), sonrojo (sonrojar), traspaso (traspasar)… Por el contrario pícaro es esdrújulo, lo que lo aleja de esta serie de derivados. Los que sí puede considerarse derivados de picar es picaña ya atestiguado en el  libro  del Arcipreste de Hita y en la Danzas de la Muerte, adjetivo que hace referencia  a la mala vida, a la ladronía. Si existía el femenino, es lógico pensar que también el masculino picaño  existía en esa época aunque no esté atestiguado. Con todo, picaño puede, en castellano, muy bien venir de una raíz  pic-, la misma que de pícaro,  a la que se le añade el sufijo –año,  como en rebaño, tacaño, musgaño, medaño, apaño…

En su Dicccionario Crítico Etimológico,Corominas y Pascual dan como sinónimos  picaño y pícaro. Lo son solamente a partir del mediados del siglo  XVI, no antes, ya que pícaro no aparece registrado a lo largo de toda la Edad Media. No se registra porque en castellano tal vez aún no existíese.

Tampoco pícaro aparece en El Lazarillo ni en la traducción del libro de cocina de Ruperto de Nola, como se ha afirmado. Y si apareciese no tendría aún el significado con el que hoy lo conocemos, sino con el de “pinche de cocina” o “mozo de recados, esportillero”. Con este significado lo da Corominas hacia 1525. Aún se  conservará en Cervantes o en Quevedo, junto con el otro más reciente de “mozo de mala vida”. Corominas dice que con este último significado aparece por primera vez 1548 en la Carta del Bachiller de Arcadia de Eugenio de Salazar pero no es tan claro. La cita en la que se apoya Corominas es la siguiente: …cuando Dios llueve, ni más ni menos cae el agua para los ruines que para los buenos; y cuando el sol muestra su cara de oro, igualmente la muestra a los pícaros de corte que a los cortesanos, donde es posible ver la contraposición entre los más ricos, los cortesanos, y los más pobres, los pícaros de corte, que serían no solo los pinches de cocina o mozo de recados, sino los más pobres.

El autor anónimo de La Vida del Pícaro de 1601 mete en el mismo verso ¡Oh vida picaril, trato picaño! donde se hacen sinónimos picaril, derivado de pícaro, y picaño, que aquí aparece como adjetivo, pero que es fácil imaginarlo como sustantivo.  Ante esta pareja de sinónimos  la pregunta es cómo le arrebató pícaro toda su sustancia a picaño hasta hacerlo desaparecer. ¿Cómo de pinche de cocina llegó a otros significados nada valorados en la sociedad del  momento?

En primer lugar, hay que decir que si pícaro no aparece en toda la Edad Media y sí picaño, tal vez tengamos que pensar que pícaro fue una palabra ajena al castellano hasta comienzos o mediados del siglo XVI, que es cuando la registramos por primera vez. No solo no era conocida sino, cuando lo fue, de origen desconocido. De ahí que algunos autores hayan propuesto étimos árabes, vascos, e incluso gitanos. Otros proponen que pícaro venga de picardo con un cambio del lugar del acento de difícil aceptación, y más si al tiempo existen picardía y picardo, que plantearán otros problemas, ya que  que el pícaro no hace piquerías, sino picardías.

El pícaro y los pobres

Piccolo soldato Muzzioli

Tendremos que buscar el origen de pícaro en lenguas más cercanas y relacionarlo con el de otras palabras que llevan el sufijo  celto-latino –aro,-a, relativamente frecuente en el Occidente de la península Ibérica como bígaro, búcaro, míllara, páparo,-a, o píllara… Incluso con el italiano píccolo, que conserva la misma acentuación que pícaro y se refiere a la misma noción de pequeño. En gallego, especialmente en la zona oriental, existe la palabra pícaro con el significado de niño de corta edad.  Así lo registra el Glosario de voces galegas de hoxe (1985) y los diccionarios actuales.  No es otro el significado de la palabra picarito que Valle Inclán usa unas seis veces en el cuento Mi hermana Antonia y que alterna con niño, con el galleguismo neno, e incluso con el latinismo puer.

El significado originario en castellano de pícaro es el de mozo o pinche de cocina, sollastre o mozo de recados, que conservará hasta bien entrado el siglo XVII.  La edad de ese criado puede ser muy bien la de ocho años en adelante. Don Juan Manuel en el Libro Enfenido sitúa la mocedad entre los siete y los catorce años. Es la edad del discernimiento, y , por lo tanto, del aprendizaje. Es el momento en que en el campo los varones se incorporan a las tareas agrícolas y las niñas comienzan a ayudar en las labores caseras. En la ciudad, es el momento de la escuela, si es que los padres  pueden prescindir del trabajo de su hijo, o de entrar en un taller para aprender un oficio artesanal. Pero no habrá oficios para todos, por eso es también el momento de entrar como mozo o criado de algún amo, si es que se encuentra amo a quien servir.  Las cocinas de las casas principales será un objetivo primordial. Allí, por lo menos habrá comida. Por lo tanto cuando hablamos de pícaros, en un principio estamos hablando de niños. Al comienzo de La vida de Lazarillo de Tormes se dice que su edad era la de ocho años, por lo que tendría unos doce o trece cuando comienza a servir al ciego. Pero a Lázaro de Tormes no se le llama en la novelita pícaro, sino niño, mochacho, mozo de ciego, sobrino (el ciego es tío), hijo, buen mozuelo, bellaco o gallofero. Tampoco se le llama picaño, porque no lo es.  Por lo tanto, en el momento en que se escribe la novela, sea el que fuere, pero siempre anterior a 1554, la palabra pícaro aún no tiene connotaciones peyorativas, pero muy pronto las tendrá. Lázaro es fundamentalmente, un pobre al que le falta el pan, verdadero tema del libro, incluso le falta el pan sagrado, aquel que permite entrar en la comunión de los bienaventurados. Como a todos los pobres, que desde el siglo XIII comienzan a ser legión, y molesta, en las ciudades castellanas. Si en fechas anteriores los pobres tenían incluso su función en las comunidades cristianas, ya que eran aquellos sobre los que se ejercía la caridad evangélica, ahora la mendicidad, especialmente la de los vagabundos, se considera ya un desorden y un peligro más que testimonio evangélico. De ellos  tratan las resoluciones de las Cortes de Valladolid de 1351, las de Toro de  1369, las de Burgos de 1375 o las de Madrid de 1419 o 1435. En ellas se habla del peligro que representan para la vida pública los hombres y mujeres baldíos, los mendigos errantes, los falsos lisiados, o los falsos peregrinos o bordoneros de un camino de Santiago ya muy desprestigiado.

Desde que en 1481 los RRCC permiten que los solariegos abandonen sus solares de origen, la avalancha de mendigos se hará insoportable para las ciudades grandes. De ellos hablan Luis Vives, Juan de Robles, Manuel Giginta o Cristóbal Pérez de Herrera que intentan dar ideas para poner remedio a la plaga. Las ordenanzas de Valladolid (1518, 1523) o las de Toledo (1525) prohíben pedir limosna a los pobres que no tuviesen licencia para ello. En el Lazarillo, en el Tratado tercero,y tal vez refiriéndoise a ese año de 1525, se dice: Y fue, como el año en esta tierra fuese estéril de pan, acordaron el Ayuntamiento que todas los pobres extranjeros se fuesen de la ciudad, con pregón que el que allí adelante topasen fuese punido con azotes. Esos extranjeros eran los pobres de otros lugares, también llamados forasteros.

A finales del siglo XV, este proceso de pauperización se agudiza en Galicia y Asturias,  lo que provoca que muchos campesinos abandonen sus lugares de origen y emigren hacia las ciudades más prósperas de Castilla, como Medina, Valladolidad, Segovia, Toledo o a allí donde se halle la corte del Rey. Se irán de Galicia  por los  diversos caminos de Santiago, pero ahora en una peregrinación inversa. Su presencia en Castilla está atestiguada por muchos autores. Pérez de Herrera  dice que la mayor parte de los mendigos fingidos son buena gente y limpia por ser los más montañeses, asturianos, gallegos, navarros y algunos otros de tierras débiles… Ya en el siglo XVII, Quiñones de Benavente comparaba la abundancia de lacayos gallegos a las flores del diez de mayo. Vélez de Guevara, cuando habla de la fuente del Buen Suceso  de Madrid dice adonde como en pleito de acreedores, están los aguadores gallegos y coritos gozando de su antelaciones para llenar cántaros, Los coritos son los asturianos.

El pícaro, los criados y los gallegos

Gallego y criado llegarán a ser sinónimos. Y así, desde el odio estamental  a los criados,  a los que los señores humillan y menosprecian, comenzará el desprestigio del gallego y de Galicia, proceso que reflejará hasta la saciedad la litetratura española del Siglo de Oro.

A esto esto hay que añadir que a partir de estas fechas, y después de la derrota de la nobleza gallega por parte de los RRCC, una parte  de esta nobleza se torna  cortesana y busca tener casa en la corte para obtener oficios cerca del los reyes. Arrastra consigo una legión de criados que le sirva.

La abundancia de niños gallegos empleados en las cocinas de las casas principales hace que al destrón o pinche de cocina se empiece a confundir con niño gallego. Es decir con pícaro.  Por eso la palabra aparece en castellano a mediados del siglo XVI, no antes.  Aparece cuando aparece la figura del niño-criado gallego y el su nombre pasa a designar el oficio. También a partir de aquí pícaro servirá para designar todos los oficios menores y despreciados, desempeñado en gran parte por gallegos. Más tarde pícaro designará a un criado de muchos amos, como Lázaro de Tormes, que no es pícaro aún, pues la palabra no era todavía moneda de uso en la sociedad castellana del momento. Pero ya Manuel Giginta en su Tratado de remedios de pobres (1579) habla de pícaros vagabundos y mendigos de los  pueblos grandes. Para que pícaro llegue  significar delincuente o mozo de mala vida, cosa que muy pronto hará,  no hay más que un paso. El Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599) será ya todo un pícaro y como tal se llamará a sí mismo: Fue todo un salto de paje a pícaro, aunque son en cierta manera  correlativos y convertibles, que sólo el hábito los diferencia. La abundancia y variedad de pícaros la atestigua Cervantes en La ilustre fregona cuando  al hablar de Carriazo dice:  Pasó por todos los grados de pícaro hasta que se graduó de maestro en las almadrabas de Zahara, donde es el finibusterrae de la picaresca.

¡Oh pícaros de cocina, sucios, gordos y lacios, pobres fingidos, cicateruelos de Zocodover y de la plaza de Madrid, vistosos oracioneros, esportilleros de Sevilla, mandilejos de la hampa, con toda la caterva innumerable que se encierra debajo de este nombre de pícaro!

También será del último tercio del XVI el derivado picaresco y picaresca para designar primero a la nación de los pícaros, en competencia con Picardía, y después el género de las novelas que tratan de ellos. Así fue como al Lazarillo, aunque de forma retrospectiva, se le comenzó a llamar pícaro, cosa que no había sido. Y así fue también como una palabra, con mucha probabilidad de origen gallego, se incorporó al castellano, y desde ahí a las otras lenguas romances de la península Ibérica, salvo la catalán.

Pícaro, picaño y Picardía

El pícaro no hace *piquerías  sino picardías, que serían cosas de picardos, que tampoco lo son. Ya hemos dicho que derivar picaro de picardo es difícil de admitir, no sólo por el cambio del lugar del acento, sino por el hecho de que pícaro no sustituyó a picardo, que  no desapareció como gentilicio, lo que era de esperar. Y cómo llegó a ser Picardía, el nombre de una región del norte de Francia, con lengua propia y capital en Amiens, la nación  ideal de los pícaros es algo que no sabemos. Sí sabemos del desprestigio de lo francés, especialmente de aquellos que llenaban un camino de Santiago ya  muy desprestigiado. En el Viaje de Turquía (1556-57) se habla de la variedad de naciones, multitud de lenguas y trajes, que ocultaban a los bordoneros o falsos peregrinos, y entre ellos los gascones o gabachos que cuando vuelven a sus tierras no van tan pobres que les falten seis piezas de oro y mantenidos.  En 1579, Cristóbal Pérez de Herrera en su  Amparo de pobres, ya citado, dice que en el Hospital de Burgos se atendía cada año a ocho o diez mil franceses y gascones y de otras naciones, que entran en ocasión de romería por estos reinos, sin que se sepa por donde vuelvan a salir ni a qué vienen. En La gitanilla Cervantes habla de los gabachos de Belmonte de Tajo, en su mayoría caldereros, que ocultaban el dinero en sus jubones cuando volvían a Francia.  Covarrubias en su Tesoro de la Lengua castellana  de 1610 dice en la entrada gabacho: Esta tierra debe ser mísera, porque muchos de estos gabachos se vienen a España y se ocupan de trabajos bajos y serviles, y se afrentan mucho cuando los llaman gabachos. Con todo esso buelven a su tierra con muchos dineros y para ellos son buenas Indias los reynos de España.

El  nombre de gabacho era ya un peyorativo, tomado del occitanco gavach, que literalmente significa buche de ave, es decir, el bocio que padecían muchos montañeses occitanos. También puede significar persona grosera, torpe, que habla mal la lengua del país. Pronto servirá para designar todo lo francés, especialmente después de las guerras con Francia. Corominas lo data por primera vez en 1530.

Franchote, más tarde franchute, será otro peyorativo para designar al falso peregino. Cuando Sancho, después de su aventura como gobernador de Barataria, regresa con don Quijote a su lugar, se encuentran con el morisco Pedro Ricote, expulsado de España hacía poco, en 1610, junto con todos los de su raza, disfrazado de peregrino para que no lo reconozcan. Sancho, extrañado, le pregunta ¿Quién te ha hecho franchote y cómo tienes atrevimiento de volver a España donde si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura?

Picardos, coquillards y franceses

Que el Camino de Santiago era también un camino de delicuencia era cosa vieja ya desde comienzos del XV. Falsos guías, estafadores, monederos falsos, ladrones, salteadores de caminos, y prostitutas ocultaban bajo el vestido del peregrino su condición. Por ese mismo camino circulaban también los coquillards, en gallego concheiros,  que en apariencia se dedicaban a la venta de reproducciones de la conchas o vieiras de Santiago en plomo o estaño. Pero en realidad eran una cofradía de delicuentes, la Coquille,  con fuerte jeraquización y que se dedicaban a todos los oficios de la latronía. Actuaban en  Francia, Borgoña, Inglaterra, Castilla o el País Vasco.  Famoso fue el juicio a que se vieron sometidos en Dijon en 1445. Por las actas de este proceso sabemos que tenían, además, su jerigonza o jerga particular, el langage exquiz o jobelin, para comunicarse secretamente entre ellos. En ese jargon escribió François Villon, sospechoso de pertenecer a La Coquille, once de sus baladas.

Tenían su sede en París (su sobrenombre de Paname se lo debe a ellos) y procedían de diversas nacionalidades, no sólo franceses.  Entre ellos había también picardos, que   tenían la mala fama de andrajosos, alborotadores, amigos de follones,  pero poco amigos de exponerse verdaderamente, es decir, tenían fama de cobardes. Una frase popular lo resume: vivir a lo picardo, que parece que los acerca al tipo del pícaro. Circulaban por el camino cuentos folclóricos en la que los coquillards aparecen como los tonti-listos o trompeurs que empleaban su jerga para no dejarse entender, y en la que algunos quieren ver elementos del dialecto picardo. Fue famoso el cuento de un sastre natural de Picardía que, yendo y viniendo en romería a Santiago tres veces, se hizo rico en limosnas.

El camino de Santiago. Pícaros y estafadores
El camino de Santiago. Pícaros y estafadores

El gallofo, el gallo y los gallegos

Covarrubias  dice que Picardía es una provincia de Francia, y pudo ser que en algún tiempo alguna gente pobre de ella vinise a España con necesidad y nos trajese el nombre, y aunque esto sea tan poco preciso tal vez sea lo más que podamos decir.

En la entrada gallofo encontramos  El pobretón que, sin tener enfermedad, se anda holgazán y ocioso, acudiendo a las porterías de los conventos, adonde ordinariamente se hace caridad y en especial a los peregrinos. La comida que les daban era la gallofa, y de ahí gallofo o gallofero. Más abajo el mismo Covarrubias dice Y porque la mayor parte son franceses, que pasan a Santiago de Galicia, y por otro nombre se llaman gallos [galos], los dijeron gallofos.  Pero este sobrenombre tan expresivo, gallos, por galos, de latín gallus, es decir, hijos de la gallina,  viles y cobardes, también se aplicaba a los gallegos descomponiendo el nombre en una raíz gall- que se refería al ave doméstica y un sufijo diminutivo –ego, de carácter despectivo. Y de ahí otra identificación de los gallego con lo bajo y servil. Todos ello además, a través del camino de Santiago. La identificación de lo francés con pobre, empleado en oficios serviles, criado, falso peregrino e incluso delincuente, como en el caso de los coquillards, fue un hecho que corrió paralelo con la descalificación de lo gallego.

En 1577 Bartolomé Villalba en  El  peregrino curioso, emplea la palabra pícaro para designar a los habitantes de una provincia, que según Corominas no puede ser otra que Picardía. Pero teniendo en cuenta que  Villalba, junto a la valoración positiva de Castilla o de Portugal, tenía ya una idea muy negativa de Galicia,  donde falta pulicia y sobra malicia, tal vez el nombre de Picardía no sea ya el de la región del norte de Francia, sino la patria nocional de los pícaros.  Y todos ellos, gallegos y franceses, son gallos que andan mezclados por el Camino de Santiago en oficios no muy distintos.

Cómo llegó Picardía a tomar en España, que no en Francia, ese significado es cosa que no tenemos documentada. Pero la identificación de lo gallego con criado es cosa que parte de estas fechas, de finales del XV o comienzos del XVI y se impone a lo largo del Siglo de Oro,  junto a la descalificación de lo francés, del gallofo o del bordonero. Y entre ellos tenía que haber picardos, que dieron origen a que picardía cobrase ese sentido de acción de persona ruin, astuta, bellaca, falta de honra y de vergüenza como quiere la Academia de la Lengua, además de junta o gavilla de pícaros, no de picardos. En La Pícara Justina (1608???) ya aparece picardía con valor de abstracto correpondiente al adjetivo pícaroEa, Justina, vean que sois pícara de ocho costados, y no como otros […] que en no hallando a quien servir, cátanle de pícaro, y puesto en oficio, vive forzado, contra orden de la picardía.

Que todo esto se produce en el reino de Castilla lo prueba el hecho de que en catalán no exista la palabra pícaro, pero sí picardía y picardiós, (sagaz, astut, maliciós,  pero también vagabund que circulava en colla, amb dones i fills, robant i captant ). Es decir, la valoración  negativa de Picardía era común a toda la Península, pero en Cataluña no hay pícaros, ni picardo tiene, como en castellano, sentido peyorativo. Hay en castellano formas como picardear, que aún usa Quevedo,  pero no *picarear, lo que parece demostrar que primero fue la visión negativa de Picardía, dada en el Camino de Santiago, y luego se sumó a ella la visión negativa del niño criado gallego o pícaro, palabra que luego sirvió para todos, gallegos o no gallegos. Por eso el pícaro no *picarea ni hace *piquerías, sino picardías.