El manicomio nacional

Para Alfonso R. Castelao (autor del dibujo y el comentario), ésta es la mejor síntesis del humor “gallego”. Su amigo Bagaría, que era catalán, pensaba que ese comentario sintetiza el humor “andaluz”

Hay que volverse loco
Para olvidar que estamos recluidos

Carlos Oroza

Desde que el Sr. Gabilondo se ha incorporado como estrella exclusiva de la noche a la CNN, apenas hago zapping sobre esa cadena en los escasos momentos que dedico a la televisión; pero no por ello he dejado de informarme acerca de una de las más “sensacionales” revelaciones de la última semana, lanzadas desde el programa de tan sagaz comunicador (de origen vasco, como bien reza su ilustre apellido).

Resulta que doña Rosa Díez, dama talludita, antigua funcionaria, paisana de los Gabilondo, promocionada por el Psoe de su País a la alta política española (y muy beligerante en ese aspecto), reconvertida más recientemente en cabeza de ratón de un nuevo partido que no me parecía en absoluto el más desorientado de esta España de las Autonomías, no encontró mejor manera de zurrar la pavana al Zapatero presidente que recurrir a las desdichadas caracterizaciones mecánicas de los pueblos y sus gentes.

Un vicio mental que (hace 40 años) denunció con cierta crudeza (en él poco usual) otro paisano suyo, demasiado olvidado en nuestros días: don Julio Caro Baroja (El mito del carácter nacional. Meditaciones a contrapelo, 1970).

Meditaciones a contrapelo

Y tan a contrapelo, querido don Julio. Sus meditaciones, como van a comprobar los lectores de LA CUEVA DE ZARATUSTRA de inmediato, no han servido para nada. Incluso han ido a peor en estos 40 años.

Empecemos la muestra por el principio.

Dijo doña Rosa, apremiada sin duda por las extravagantes preguntas que formula a sus circundantes el célebre presentador, que nuestro inefable jefe de Gobierno “podía ser gallego, en el sentido peyorativo del término”. Esto es: en el sentido de zafio, torpe, lento, tonto, etc. que don Julio Casares o don Camilo José Cela –gallegos ambos- creían haber erradicado para siempre de la realidad, por haber eliminado la vieja acepción de los Diccionarios de la Lengua.

El aludido presidente, con quien doña Rosa se cruza a menudo en el Congreso de sus señorías, no tardó en replicarle (no sé dónde), recordándole que él, aunque leonés, se sentía muy honrado con que se le comparara con los gallegos.

El presidente de la Xunta de Galicia, por su parte, demandado por todas las fuerzas vivas de mi viejo país atlántico para que saliera al Ruedo Ibérico, empezó su larga serie de alusiones a este asunto, recurriendo al casticismo del refranero. Dijo entonces que no molesta el que quiere, sino el que puede, y que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio a semejantes majaderías. Aun mostrándose así de sentencioso en un principio, no pudo evitar que el griterío patriótico tenga enzarzada con este asunto a una parte de su comunidad, porque eso de hablar del ser de los unos y los otros, da la más cumplida idea de las alturas que ha alcanzado el pensamiento español en las últimas décadas. Desde los más canónicos centros de la Alta Cultura a los Medios de (in)Comunicación.

Veamos algo de esto.

El Galeguiño, el Gato y el Tiburón

La otra noche, llegada mi hora del zapping, entré en una tertulia donde el Gato es rey. Como esta vez no iba de catalanes ni de vascos, sino de gallegos, presté atención a lo que en ella se decía de nosotros.

El ex banquero, don Mario Conde, que es gallego de Tuy, ensayando a hablar un pésimo gallego y dándole al español ese tonillo que se adopta desde hace innumerables años cuando de gallegos se trata (pero con gracia), contó una historieta más que oportuna, dado su origen, historial y el lugar donde se celebraba la tertulia.

Se podría titular: “El Galeguiño, el Gato y el Tiburón de la Nueva Economía”.

El Galeguiño vivía con un gato muy bien alimentado, que comía de seguido en un plato egipcio de gran valor. Al obsevar el cuadro, el Tiburón de la Nueva Economía, vio negocio y se fue derecho a por el plato.

-Oiga, señor Galeguiño, ¿cuánto me pide por su Gato?

El señor Galeguiño, ejerciendo el papel que doña Rosa atribuye al Zapatero presidente, acabó por ponerle precio, alto, tratándose como se trataba de un gato hermoso y muy bien alimentado. El Tiburón acepta, paga de inmediato la crecida cantidad y entra en el remate de la estrategia, variando el tono:

-¡Hombre, bien pensado, veo tan feliz al Gato comiendo en ese plato…! ¿Qué me pide por él?. ¡¡Se lo compro también!!

-Señorito, lo siento; pero el plato no está en venta.

-¡Venga hombre, se lo pago muy bien! ¡Dígame lo que quiera y se lo daré!.

-Ya lo sé señor, pero por eso no lo vendo. Gracias a ese plato llevo muchos años vendiendo mis gatos a señoritos como usted.

Judíos y Gallegos

Risas generalizadas en la tertulia nocturna. ¡¡Qué talento el de los gallegos!!. Lo afirma así otro contertulio, que se las gasta de culto y mete citas grecolatinas de vez en vez.

-Me reafirmo –dijo éste- en lo que leí en un Sabio. “En el mundo sólo hay dos razas superiores a las demás en punto a inteligencia: la judía y la gallega”.

¡¡Chupa del frasco!! Y lo dice un sabio y lo cita otro que, sin ser gallego, se siente tal por ser “español”, y porque “gallegos” son todos los “españoles” del planeta!.

Protesta otro contertulio (de manera inexplicable, porque es el que en estas tertulias televisivas tiene que hacer el tontísimo papel de defender al Gobierno, al Zapatero presidente y al Psoe):

-¡¡Ese es otro tópico!! –dice-. Tan tópico como los anteriores…

Para demostrarlo, convencido absolutamente de que hay gallegos zafios y retardados como los que Casares y Cela quisieron borrar de la realidad, sacando la acepción de la Academia, cuenta otro cuento: el de un gallego así. Tonto, tonto, tonto. Esto es: el del Psoe, en lugar de defender a su presidente, acaba ilustrando la alusión presidencial de doña Rosa Díez al Sr. Gabilondo.

El Humor de los Andaluces de Jaén

Cumplido mi tiempo de ocio televisivo, apago y me voy a la cama. Tras las horas de merecido descanso, después de soportar por la noche sagacidad semejante, me levanto y, siguiendo la vieja costumbre, mientras me aseo, pongo (como todos los días) el inefable programa matinal de la Cadena SER, para flagelarme. El mismo que, en su día, dio enorme prestigio al Sr. Gabilondo. El único que, al saber de viejo de qué pie cojea, frecuento a esa hora.

Llegada la tertulia, mientras desayuno, los profundos U-Sabios del día comentan las noticias de la jornada anterior (vayan éstas de lo que sea, como los de las noches).

Me entero entonces que uno de los U-Sabios del día está cabreado. Todo va bien (pienso) porque viene estándolo, como rutina, desde hace el ciento y la madre de semanas. Su chivo espiatorio es, además, el de siempre en la cadena prisana: el principal partido de la oposición al Zapatero presidente, representado esta vez por el portavoz económico del Pp, que resulta ser de Jaén. Y como él U-Sabio también es de Jaén, se considera en condiciones de afirmar y afirma que, dada la falta absoluta de gracia de los gienenses, él nunca cuenta chistes. Sin embargo, el portavoz del Pp, sí. ¡Y así le luce el poco pelo que tiene, tanto a él como a su partido, condenado a eterna bancarrota electoral!. Para muestra, saca el botón de la Andalucía socialista y progresiva.

Le corrige en ese punto del discurso (no en lo demás), otra contertulia, que resulta ser paisana suya, aunque no de Jaén. Al ser muy andaluza está molesta por el hecho de que la gracia del ser andaluz pueda interrumpirse en cualesquiera de las ocho fronteras provinciales de la Gran Andalucía, Unitaria y Nacional. Ofendida, pues, en lo más profundo, sentencia con esta profundidad: “¡Yo conozco cantidad de andaluces de Jaén que tienen un gran sentido del humor…!”

* * *

Ilustración del blog Un poco de todo

Siempre recordaré aquel momento. Sucedió en una tertulia de viejos amigos que celebrábamos en un pueblo de las afueras de Madrid, hace pocos años.

De pronto, uno-una de sus asistentes (o asistentas, qué más da) se puso a denunciar los muchos defectos de su compañero-a de cama (que también lo es de matrimonio); pero mostrándose resignada-o y convencida-o de que esos defectos eran inevitables, porque cada uno es hijo de su carácter y el carácter de los del pueblo de su “contrario-a” era así. Como él.

-¡¡Pero si ese pueblo tiene 10 casas y está al ladito del tuyo, que apenas tendrá otras tantas!!, le replicamos todos, casi a coro.

-Sí, respondió. Pero el suyo está en el alto de la cuesta. Viene después la bajada y en el final de esa bajada, está el mío. Y el carácter de los de abajo es muy distinto de los de arriba.

¡¡¡Tableau!!!

¡Sí, señores! ¡¡Biba la alta cultureta patriótica a la que hemos llegado en esta nueva España de las Autonomías!!

Un comentario

Los comentarios están cerrados.