Hace 20 años la revista “Vardar” (1987) publicaba al mismo tiempo la entrevista con Amir Taheri y una conferencia nuestra pronunciada en el Ateneo de Madrid, cuyo título ni viene al caso. Al enviar la revista, para su reseña, a Juan Ramón Díaz, director a la sazón de “La Voz de Galicia”, lo ponía sobre aviso:
“Olvida mi texto, pero no te pierdas la entrevista de Denise Bombardier con Taheri. Es estremecedora”.
Han pasado casi 20 años, los sueños del comunismo real se desplomaron de manera aún más ruidosa que el famoso muro de Berlín. También por ello, la entrevista (traducida, sin duda, por nuestro viejo amigo Eugenio Gallego) nos produce, al releerla, mayor impacto hoy que hace tantos años.
Si cogieran, cada semana, un tren en la estación de Santa Eugenia de Madrid, camino de la Biblioteca Nacional, sabrían por qué…
Denise Bombardier.- ¿Por qué hacéis una distinción entre el terrorismo islámico y todas las otras formas de terrorismo?
Porque las otras formas de terrorismo tienen por objetivo entrar en el actual sistema mundial. El terrorismo nacionalista o comunista o maoísta quiere imponer su punto de vista derrocando al gobierno existente y creando otro según reglas aceptables para el mundo contemporáneo. El terrorismo islámico no acepta en su totalidad al mundo contemporáneo. Simplemente quiere destruido. No quiere negociar nada, ni siquiera por la fuerza.
P.- Entonces, ¿por qué los países occidentales negocian con sus representantes?
R.- Por muchas razones: en primer lugar, porque, al no comprender la naturaleza de este terrorismo, le aplican los métodos diplomáticos habituales. Pero también porque, en los Estados Unidos o en Francia, algunos se creen finos analistas, se creen unos Metternich o Kissinger y se estiman más fuertes que esos mullahs con turbante. Entonces, negocian sin medir que su actitud se interpreta como un signo de debilidad de Occidente, con lo que se alienta y se alimenta ese terror sagrado.
P.- ¿En qué consiste la fuerza de esa ideología islámica? No se basa únicamente en la debilidad occidental.
R.- En primer lugar, no creo que se trate de una ideología. Más bien es un conjunto de prejuicios, una especie de desfase horario entre el siglo XIX y el XX, alimentado por mucha xenofobia y mucho odio. Su fuerza se alimenta de la debilidad de la intelectualidad musulmana, la que representa las ideologías contemporáneas como la democracia, el socialismo, el liberalismo. Esas elites no tienen actualmente ninguna consideración en el mundo islámico. ¿Por qué? Porque frecuentemente se han manifestado como deshonestas. Hablan de socialismo y conducen Cadillac o Mercedes blindados y consiguen dinero para comprar apartamentos en Suiza o en la Costa Azul. Entre los que hablan en nombre del liberalismo y de la democracia, resulta que hay quienes encarcelan a la gente por sus opiniones.
P.- Es una caricatura de la democracia.
R.- Sí, pero eso es lo que les ha quedado a las masas musulmanas de las ideologías occidentales.
P.- Se sienten escalofríos en la espalda cuando se ve la manera como ese terror está a punto de propagarse, no sólo en Irán, en el Próximo Oriente, sino también por todas partes donde hay musulmanes.
R.- Sí. Porque esas masas están persuadidas, tras años de desilusiones, que las ideologías occidentales no pueden resolver sus problemas. Es una impresión errónea, pero se da. Entonces viene Jomeini que les dice: «Nosotros tenemos la respuesta. Hay que destruir el siglo XX. Occidente es Sodoma y Gomorra. Es la prostitución». Son esas exactamente las palabras que utiliza. Afirma que esos extranjeros, y en primer lugar los americanos, van a llegar a sus casas y a acostarse con sus mujeres, sus hermanas, sus hijas, que les robarán sus riquezas y los someterán a la esclavitud. Para masas analfabetas ese discurso tiene atractivos.
P.- Para los analfabetos tal vez, pero Jomeini también está rodeado de personas que se han educado en las grandes universidades occidentales. Muchos han estudiado en los Estados Unidos, ¿no es así?
R.- Seguramente. Por tanto, las universidades americanas han fabricado, a su manera, cuadros para el terrorismo islámico.
P.- ¿Cómo es eso?
R.- Cuando alguien llega desde un pueblo perdido de Arabia o Irán a Berkeley o Harvard…
P.- Pero no es posible. No se puede llegar desde un pueblo perdido… Hay que ser rico para estudiar en los Estados Unidos.
R.- Pero muchas de esas personas se han vuelto ricas de repente, a causa del petróleo. Conozco personalmente a personas que poseen doctorados de Harvard y que ignoran la fecha de su nacimiento. Porque no existía registro civil en sus pueblos. En Estados Unidos o bien se vuelven americanos al cien por cien o rechazan a América totalmente porque les espanta Occidente. Entonces intentan volver a las que se presentan como sus fuentes y se van convirtiendo poco a poco en radicales islámicos.
P.- ¿Se puede ser un radical islámico sin ser terrorista?
R.- No
P.- ¿Por eso entonces hacéis una distinción entre ser musulmán y ser islámico?
R.- Exactamente. El islamismo es un movimiento político, no es una religión. Es una visión oriental del fascismo: culto de la personalidad, encuadramiento de los niños, terror…
P.- Habláis de niños. Sabemos que se los envía al frente a hacerse matar, en la guerra Iran-Irak.
R.- Los niños están en todas partes. También en los ministerios. Y espían incluso a sus padres.
P.- ¿A partir de qué edad?
R.- Para las niñas a partir de los nueve años. Para los muchachos entre los diez y once.
P.- ¿Qué hacen?
R.- Denuncian lo que no es verdaderamente islámico. Si descubren a mujeres sin velo o que llevan pintado de rojo los labios en privado… Si los hombres no hacen las oraciones, etc.
P.-¿Y por qué pedirle eso a los niños?
R.- Porque según Jomeini, los más viejos están corrompidos por Occidente. Saben que existe otra manera de vivir.
P.- ¿Cómo se explica que se utilice de ese modo a los niños? ¿Acaso no se tienen sentimientos hacia los niños?
R.- Para los teóricos del terror santo, la infancia es una invención occidental, como la adolescencia o la juventud. Según ellos, desde el momento en que se es capaz de distinguir entre el bien y el mal se deja de ser un niño.
P.- Otra actitud difícil de comprender es el entusiasmo aparente con el que las mujeres vuelven al velo y aceptan ser lo que se quiere que sean.
R.- Tiene una explicación. La mayoría de esas mujeres necesitan seguridad. Y el islamismo, que les quita la responsabilidad y las infantiliza, les aporta esa seguridad. No tienen que sufrir la competencia, no están obligadas a buscar trabajo, ni siquiera a encontrar un marido. Todo es fácil para ellas.
P.- Pero se tiene la impresión de que ese movimiento es hostil a las mujeres. Que si se pudiese organizar la vida sin ellas sería mejor.
R.- Es verdad que son superfluas en esa visión del mundo. Un proverbio del profeta llega a decir que si las mujeres no existieran, sería más fácil para la humanidad reverenciar a Alá, porque ellas impiden a los hombres hacer bien sus deberes religiosos y frecuentemente son su perdición. Como Eva…
P.- Hablemos de los rehenes. Parece que decís que los partidarios del «terrorismo sagrado» se sorprenden de que los gobiernos occidentales negocien para proteger la vida de alguno de sus ciudadanos.
R.- Sí, porque ambas partes no conceden a la vida el mismo valor.
P.- Entonces, ¿no habría que negociar?
R.- Exactamente. Jomeini no comprende por qué Reagan no puede dejar morir a cinco americanos. Por su parte, está dispuesto a dejar morir a quinientos millones de musulmanes por la buena causa.
P.- Entonces, ¿qué deben hacer los occidentales?
R.- Ser lógicos. Si aceptan negociar la vida de los rehenes, que reconozcan igualmente que la toma de rehenes es una de las expresiones de la vida internacional, lo mismo que la diplomacia y la guerra. Desde el momento en que la toma de rehenes se acepta como legítima, cabe establecer reglas. Pongamos por ejemplo el caso de Michel Seurat, el rehén francés. Según mis noticias, ha sido asesinado mediante torturas porque no podía recibir asistencia médica. Si hubiese sido prisionero de guerra, se habría beneficiado de la ayuda de la Cruz Roja, que actúa en Irán, incluso actualmente. Hacen falta reglas para los rehenes. Hay que encontrar una semiología. Porque no existe nada. Ningún sistema de comunicación. ¿Y quién lo sufre? Las víctimas. Cuando salen, no tienen ninguna protección, ninguna compensación. Son hombres destruidos para la vida.
P.- Pero los gobiernos se niegan a tratar con los secuestradores de rehenes como interlocutores oficiales…
R.- Esa es su hipocresía. Proclaman que no es aceptable ponerse de rodillas, pero negocian como si se tratase de de un conflicto de fronteras.
P.- También afirman ofícialmente que no negocian, cuando es falso.
R.- ¿Y cómo razonan? Tomemos el caso del Irán: bajo el Sha los occidentales decían: «es nuestro amigo, así que hay que darle armas para que lo siga siendo». Con Jomeini sucede lo contrario. Dicen: «El ayatollah es nuestro enemigo. Démosle armas para que se vuelva nuestro amigo». Así pues, en ambos casos les dan armas. Lo que significa que la peor solución se aplica en todas las situaciones. Esa actitud la encuentro peligrosa e irresponsable.
P.- Más allá de la hipocresía, sin duda demuestra la impotencia de nuestras democracias.
R.- No estoy de acuerdo con usted. Si se comprenden el sistema solar y la mentalidad de las tribus perdidas del Amazonas, ¿por qué se es incapaz de comprender lo que pasa por la cabeza de Jomeini?
P.- Habría que admitir que es un asesino, que lo es.
R.- Y a partir de ese momento, no hay que tratar más con él. No hay que comprar su petróleo, ni venderle armas, ni mantener embajadas en Teherán. Chirac y Miterrand no deben invitar a sus representantes. Recientemente, el jefe de un grupo que ha formado parte de un grupo de secuestradores ha sido recibido para tomar el té en el Elíseo. Esa gente está fuera de la ley de la vida internacional y hay que tratarla como tal. ¿Qué se ha logrado tras tantos esfuerzos negociadores? ¿Después de todo el dinero entregado a los secuestradores, de todas las armas entregadas desde hace un año? Hay exactamente siete rehenes más -no menos- desde entonces. Y cada día aumentará más.
P.- ¿Por qué, en vuestra opinión?
R.- Porque se han dado cuenta que pueden sacar cien millones de dólares por cada rehén. Yeso va a aumentar, creerme.
P.- ¿Estáis entonces por un boicot sistemático de las relaciones con el gobierno iraní?
R.- Estoy por más claridad y honradez. No se puede negociar en secreto. Hay que hacerlo abiertamente. Jomeini debe dar algo, Chirac también. Y que se sepa lo que se da.
P.- Si se extiende vuestro razonamiento, es necesario romper también con Siria y Libia.
R.- Es lo mismo. No se puede negociar con esos Estados, pero no sólo sobre los rehenes, ni de la forma como se ha producido anteriormente.
P.- Parece que el problema de los rehenes, por muy terrible que sea desde el plano humano, resulta marginal comparado con el fenómeno planetario del expansionismo islámico.
R.- En Marruecos, en Túnez, en Argelia, en Egipto, en Jordania, en Siria, en Arabia Saudita, en Turquía, en Malasia, por todas partes se han formado grupos islámicos. Millares de esos militantes se entrenan actualmente en campos de Irán y en el Líbano con el fin de ejecutar acciones terroristas. Daos cuenta, ahora sólo vemos la punta del iceberg. Lo peor no ha comenzado todavía. Esos millares de jóvenes están decididos a matar.
P.- Y a morir.
R.- «Matar y ser matado, ese es el deber supremo de todo musulmán», es la divisa de Jomeini.
P.- Alexandre de Marenches, el antiguo jefe de los servicios secretos franceses, afirma que los terroristas occidentales no arriesgan su vida.
R.- Es verdad, porque quieren conquistar el poder, es decir, el reino actual. No quieren ir al paraíso como los terroristas islámicos que se pasean con la llave del paraíso de plástico fabricada en Taiwan colgada al cuello.
P.- ¿Hay campos de formación del «terror sagrado» fuera de lrán y Libia?
R.- Sí. En Indonesia, en Tailandia, en Malasia, en Argelia.
P.- ¿En Argelia?
R.- Sí, y el gobierno argelino lucha contra ellos. Recientemente uno de sus jefes ha sido muerto. Se dan combates entre el ejército argelino y los rebeldes islámicos.
P.- ¿Cuál es, según usted, el país más susceptible en Africa del Norte de caer en el campo islámico?
R.- Túnez es la malla más débil porque es un Estado frágil a causa de la edad del Presidente y por el desencanto de las clases dirigentes ante la situación actual. Por tanto, se trata de un país en peligro, tanto más cuanto que el movimiento islámico es allí fuerte. Pero el riesgo también existe en Argelia.
P.- Las consecuencias serían dramáticas.
R.-Sería una catástrofe para esos pueblos, para Occidente y para la humanidad. Algunos intelectuales comienzan a comprenderlo, y, entre los que habitan en Francia desde hace años, algunos se vuelven ahora a sus países para combatir ese movimiento.
P.- ¿Os parece que se debería prohibir los movimientos islámicos organizados en nuestro país?
R.- No lo creo. Pero opino que se los debería obligar a respetar las leyes que rigen para las asociaciones. Lo que no ocurre actualmente.
P.- ¿Qué queréis decir?
R.- Pues que si se trata de movimientos religiosos, no deben ocuparse más que de asuntos religiosos. No deben hacer intimidaciones en los barrios musulmanes de los alrededores de París.
P.- ¿Pero entonces?
R.- Hay militantes islámicos en toda Francia, que van a las fábricas donde trabajan los musulmanes y que les intimidan si beben, si dejan que sus mujeres salgan sin velo, etc. Crean una atmósfera amenazadora como hacen sus hermanos en Teherán o en Beirut. Habría que impedir a esas gentes que coartaran la libertad individual de los otros.
P.- Entonces, ¿encontráis demasiado tolerante a la sociedad francesa a ese respecto?
R.- Sí, pero todas las sociedades occidentales lo son. Ya sabéis que se pueden encontrar, en París, Marsella, Londres o Frankfurt, registrados en cintas sermones incendiarios de los ayatollahs. Llamadas al asesinato de los infieles, a la destrucción del «Occidente prostituido». Todo eso se vende libremente. ¿No creéis que si movimientos trotskistas o si Acción Directa hiciesen circular cintas semejantes se prohibiría inmediatamente su difusión?
P.- ¿Consideráis que el movimiento Jomeini representa actualmente un peligro de desestabilización mundial superior al comunismo soviético?
R.- Lo que creo es que hay una diferencia esencial entre el expansionismo soviético y ese movimiento. El comunismo de Gorbachov no es el comunismo mesiánico de Lenin. Trata sencillamente de competir con Occidente para que se admita a URSS como una gran potencia. La Unión Soviética no quiere destruir la civilización del siglo XX; es más que la versión colectivista y totalitaria. El movimiento jomeinista es el siglo XII. Quiere destruir nuestra civilización, comunista o capitalista.
P.- ¿Hay en Irán fuerzas susceptibles de Cambiar el régimen?
R.- Desde el comienzo de la revolución islámica ha habido iraníes combatiendo contra Jomeini. Más de veinte mil han sido ejecutados. Más de dos millones se han exiliado. Más de cien mil están encarcelados por sus opiniones. En Irán hay personas que creen en la democracia. Desgraciadamente, Occidente, en lugar de defender sus valores, ha intentado siempre, en el Tercer Mundo, de contemporizar con las dictaduras. Irán es uno de los raros países musulmanes, junto a Egipto, Turquía y, en cierta medida, El Líbano, donde existe la posibilidad de crear una democracia a lo occidental. ¿Por qué creer que la democratización no puede extenderse al mundo musulmán?
P.- ¿Estáis a favor de un derrocamiento del régimen apoyado desde el exterior?
R.- No predico el golpe de Estado contra Jomeini. Eso es cosa de los iraníes y lo harán, estoy seguro. Un proverbio persa dice: «El lobo de Mazangarán no puede ser matado salvo por el perro de Mazangarán.»
P.- Se comprende que creáis en ello, puesto que deseáis volver a vuestro país. Pero la descripción que hacéis del «terror sagrado» lleva al observador a dudar de vuestra esperanza…
R.- Me encuentro en la misma situación que la oposición alemana a Hitler en 1939.
P.- Pero ha sido necesario una guerra mundial para derrocar a Hitler.
R.- Actualmente la situación es diferente. ¿Quién desea una guerra mundial en el contexto nuclear?
P.- ¿Creéis que el ayatollah es Hitler?
la versión islámica del fascismo. Encarna un idealismo tortuoso que quiere imponer a la humanidad un líder, el imán; un pueblo, la umma islámica, y un único país, la República islámica universal.
P.- Pero Jomeini no introduce la noción de genocidio.
R.- ¿Pero la practica! Contra la minoría kurda, contra lo minoría turmena, contra la minoría baloutch. ¿Y el genocidio cultural contra toda la nación iraniana? Comienza a propagarse. ¡Esperad!