El duelo misterioso del verano de 1906, un puro «canard»

… Y por lo que respecta a las cuestiones que afectan al decoro personal, claro es que por ellas se baten los hombres civiles y los militares, pues cuando las cuestiones no afectan al decoro personal, no hay porqué batirse
España Nueva, Madrid, domingo 29 julio 1906

El que insulta y no se bate es un cobarde
Enrique Gómez Carrillo

Como un “canard”, una noticia falsa, como un relato que parece cuento o como una serpiente de mar, calificó la prensa madrileña en el verano de 1906 un rumor sobre un trágico y misterioso duelo entre un oficial del ejército y un civil que, sin saberse a ciencia cierta, se suponía había tenido lugar en San Sebastián o en la localidad segoviana de El Espinar … ¿o fue en la provincia de Madrid en el Alto del León de la Sierra de Guadarrama?

En el suceso, que a la postre resultaría, efectivamente, falso, no habían escaseado las tergiversaciones, las extrañas coincidencias ni tampoco las calumnias; en pocos días se había extendido con la rapidez de una mecha de pólvora en todos los mentideros y redacciones de los periódicos, cuyos activos “reporters”, a la búsqueda de noticias, comentarios e impresiones, estaban prestos a correr de un lado para otro sin darse punto de reposo, en ese imparable afán de conseguir esa primicia que sólo llegaba muy de tarde en tarde pero cuyo hallazgo guardaba una relación directamente proporcional al incremento de las tiradas y las ventas.

A fin de depurar las responsabilidades a que diera lugar, el fiscal de la Audiencia de Madrid llegó a presentar un escrito en el juzgado de guardia, pidiendo se incoara el atestado en averiguación de las denuncias que la Prensa había hecho del duelo efectuado.

El episodio, en el que se confunde la realidad  con  la ficción y se mezcla  el pasado con el presente, es un verdadero enredijo tragicómico, cien por cien folletinesco. Sirva de muestra saber que el supuesto adversario del capitán duelista llega a aparecer desde el principio, sin derecho a la presunción de inocencia, como “matador” y también, en las distintas versiones que se pueden  leer  del  suceso, con cinco apellidos diferentes  que según van pasando las horas y los días se unifican en uno, el auténtico, Royo, como no podía ser de otra manera; en un suelto de El Imparcial (domingo 29 de julio) se afirmaba del mismo capitán que el miércoles último había caído, atravesado de parte a parte, en el Alto del León y que debía de ser brujo, porque ahora, cuando sólo habían pasado unos pocos días, resultaba, sin que hubiera lugar a la más mínima duda, que estaba bueno y sano ¡en Écija!; a través de la prensa, hay un continuo cruce de cartas entre uno de los falsos duelistas, el Sr. Royo, y el poeta Francisco Villaespesa, su amigo, en las que abundan los mentís y desmentís, que no sólo complican este nada sencillo rompecabezas sino que, además, produce en el lector la extraña sensación de que todo lo que se dice en ellas es verdad y mentira a un tiempo, pero hay más y, para rizar el rizo, como otra vuelta más de tuerca, ¡los duelistas no se conocían entre sí! El episodio, decíamos, reúne las características de una novela de intriga pero también, aunque sin enredos de amor de por medio, de una opereta u ópera cómica y muchas de las circunstancias que se describen en las líneas que siguen así nos lo confirman.

Desde el primer momento, el diario de la noche España Nueva, a consecuencia de las crónicas que publica entre el 27 de julio y el 4 de agosto de 1906, estará en el ojo del huracán por la divulgación pública de un rumor al que nunca debió dar pábulo y que nunca debió traspasar la antesala por la que asoma, cuando procede, la noticia.

España Nueva, diario republicano y clerófobo, había sido fundado en 1906 por Rodrigo Soriano (1868-1944), su director, si bien sólo figuraba como gerente. Según María Cruz Seoane y María Dolores Saiz , “el diario adoptaba un tono combativo y tremendista, que también caracterizaba a su director-propietario en las Cortes, y que le llevaron a sostener duelos con inusitada frecuencia”, lo que no ha de extrañar, en absoluto, ya que, como un residuo de épocas pasadas, a principios del siglo XX no eran infrecuentes los lances entre periodistas, lances que, por lo general, al ser “a primera sangre”, hacían innecesaria la intervención de los sepultureros aunque no la de los médicos.

Rodrigo Soriano era un hombre avanzado en ideas políticas y sus contrarios, maliciosamente, afirmaban que se friccionaba los brazos con aguarrás. Uno de sus camaradas, Ramón Rubio, en una ocasión hubo de responder así a una monja: “No hermana; Rodrigo y otros como D. Rodrigo, se bañan diariamente; el aguarrás sirve para fabricar barnices y para otros usos; pero no para friccionarse el cuerpo, endurecer los músculos y asear la piel. Desechen esas preocupaciones”. Ahora bien, teniendo la seguridad de que sus palabras no convencían a la madre ni a la Comunidad en la que profesaba su fe en Cristo, concluía afirmando que “el fanatismo es enemigo de la verdad”.

Han pasado ciento cuatro años desde que sucedió este auténtico folletón y son muchos los motivos que animan a su rescate, no siendo el menor el número de seres reales, determinados y ciertos, cuyos nombres y apellidos fueron traídos a las prensas y volcados en tinta con una ligereza inaceptable, que produjo una natural indignación perseguible en los juzgados (el capitán de Artillería, Sr. Castelo, uno de los supuestos duelistas, anunciaba su intención de querellarse contra España Nueva, el único periódico que había facilitado desde el primer momento los nombres de los protagonistas del supuesto lance). Con Bernabé Dávila y Bertoloti, Ministro de la Gobernación, a la cabeza, durante los días que la noticia es divulgada en la prensa madrileña, van apareciendo en escena diferentes personas de todos los estamentos sociales, como el Sr. Armiñán, Subsecretario de Gobernación, y también Gobernadores civiles y militares de distintas provincias, alcaldes de diferentes poblaciones, guardias civiles, jefes de telégrafos, escritores, editores, personas del mundo del teatro, etc. En cuanto a los directamente implicados, los propios duelistas, como se adelantó al comienzo, si en alguna ocasión intervinieron en algún lance de este tipo, desde luego no tuvieron nada que ver en este que, en libre adaptación, vuelve ahora a ver la luz en “La Cueva de Zaratustra”.

¡Qué tiempos aquellos en los que no sólo había periódicos por las mañanas, por las tardes y por las noches sino que, incluso, algunos de ellos hasta lanzaban diariamente varias ediciones …!

SOBRE UN RUMOR. RECORDANDO UN DUELO
(El Globo, Madrid, sábado 28 de julio 1906)


Con este titular, que hemos seleccionado entre otros tantos, todos ellos fantasiosos, que aparecerían a partir del día 27 de julio de 1906, el diario El Globo, sin facilitar nombres,insertaba esta columna, abundante en pronombres enclíticos (“eligióse”, “vióse”, …), muy utilizados por aquél entonces, que ponía en aviso a sus lectores:

“Relacionado con los rumores que desde el jueves circulaban por Madrid referente a haberse verificado un duelo con tristes consecuencias, entre un oficial del Ejército y el hijo de un capitalista dedicado a los préstamos, dice un querido colega de la noche:

“Un capitán de Artillería, ayudante que fue algún tiempo de un capitán general y que en la política llegó a ocupar el cargo de presidente del Consejo de Ministros, sostuvo hace ya mucho tiempo, por asuntos particulares, una agria disputa con un capitalista que empleaba sus bienes en negocios de préstamos.

La cuestión terminó agrediendo el capitán al capitalista, ya anciano.

Un hijo de éste buscó y abofeteó al militar, y con tal motivo se concertó un lance cuyas graves condiciones fueron acordadas en una conferencia celebrada en el café Suizo de Madrid.

Eligióse como punto para la realización del duelo el alto llamado del León, en Guadarrama, y allí acudieron en automóvil los protagonistas con sus respectivos padrinos.

Cuando había empezado el primer asalto, apareció la Guardia civil, que, noticiosa del suceso, perseguía a los duelistas, y éstos, volviendo a subir en los automóviles, huyeron.

La Guardia civil no puedo darles alcance ni lograr que se detuviesen, no obstante haber hecho con sus fusiles algunos disparos.

Libres ya de la persecución de la Benemérita, el militar y el paisano, que era abogado, reanudaron el duelo en otro lugar del Guadarrama, trabándose lucha terrible.

Al sexto asalto vióse penetrar la espada del paisano por la región escapular derecha del militar, con tal violencia, que salió por la espalda.

El capitán cayó a tierra sin conocimiento y con un vómito de sangre.

Apresuráronse los padrinos, hecha la primera cura, a trasladar al herido a Villalba, donde éste permaneció doce o catorce horas sin recobrar el sentido.

Su estado era tan grave, que los médicos llegaron a considerarle como moribundo.

El paisano que tuvo la desgracia de causar tan grave herida a su contrario, permaneció en Villalba más de un día, en espera de ver si el estado del militar mejoraba, y después volvió a Madrid con propósito de marchar al Extranjero.

No se recuerda si el militar murió o vive todavía”.

Y he aquí lo que anoche pudimos averiguar por nuestra cuenta en el Gobierno civil. Nos dijo el Sr. Alba que no tenía la menor referencia de que estuviera planteada la cuestión personal de que habla el colega de la noche, y que, en vista de ciertas noticias que pudieran parecer denuncias, habíase puesto en comunicación con el gobernador de Segovia y los alcaldes de Villalba y El Espinar, quienes no tenían tampoco noticia del supuesto lance.

Al preguntar a Guadarrama, le contestaron al Sr. Alba con una carcajada, y a continuación con rotundas, categóricas declaraciones de que allí no había ocurrido nada anormal, ni el pueblo tenía motivo alguno para estar consternado, ni se notaba la presencia de automóviles sospechosos por los alrededores.

Respecto a los disparos que se suponen hechos por la Guardia civil de Guadarrama a ciertos fugitivos automóviles, dijo el Sr. Alba que habían sido dirigidos contra una partida de gitanos que conducían veintidós caballerías robadas. Los gitanos huyeron, abandonando quince caballerías, que quedaron en poder de la Guardia civil.

No nos dijo más el Sr. Alba respecto a este asunto, sino que toda la policía se había puesto en movimiento para descubrir el supuesto lance, sin conseguir averiguar nada.

Anoche circularon rumores de que uno de los protagonistas del suceso que relata el colega de la noche había fallecido.

¿Será verdad? ¿No lo será?

La Policía tiene la palabra”.

Los rumores habían llegado al extremo de afirmarse que el capitán Castelo había muerto y que había sido enterrado en Villalba, y alguien se preguntaba, según se recoge en La Correspondencia de España (29 de julio), si era posible ocultar un cadáver tan fácilmente para añadir a renglón seguido “¿acaso hay personas que se atrevan a dar sepultura a un cadáver sin haber dado cuenta de la defunción para que se consigne en el Registro civil? Pues qué, ¿existe alguien que ignore no sólo las consecuencias que en el orden civil puede acarrear un acto de esta índole, sino la responsabilidad criminal en que se incurre?”

Con ligeras variantes y con las reservas oportunas pues las manifestaciones eran de tanto peso en uno u otro sentido que no había manera de decidirse a adoptar en ese momento partido alguno, también se hacían eco de la noticia los demás diarios: La Correspondencia de España, El Siglo Futuro, El Liberal, El Heraldo de Madrid, La Época, ABC, El País, La Correspondencia Militar, El Imparcial, etc. “Lo que no acertamos a comprender, se podía leer en El Imparcial (sábado 28 de julio), es que haya habido un testigo presencial del duelo, y que este testigo haya comunicado a un periódico de la noche (léase España Nueva) nombres, antecedentes, detalles, toda la historia, en fin, de un lance que en modo alguno se comprueba …” El testigo presencial a que se refiere resultaría ser a la postre un tal Ángel García, que va a traer de cabeza a los periodistas y, en especial, a los de España Nueva pues tras haberles relatado todos los detalles del duelo el día 27 de julio, se esfumaría, por emplear un término detectivesco, de la Villa y Corte para aparecer días después en San Sebastián modificando de manera sustancial las declaraciones que, en un principio, había manifestado.

Hemos de indicar que el apellido Arroyo (padre e hijo), que es el que aparece cuando sale a la luz el rumor del falso duelo, es sustituido a los pocos días, una vez aclaradas las identidades de los falsos duelistas, por Royo.

LOS PRELIMINARES DEL DUELO Y EL ACUERDO DE LOS PADRINOS
(España Nueva, Madrid, viernes 27 julio 1906)

Según les relataría a los periodistas ese falso testigo presencial, y cuyas informaciones fueron el origen de toda esta falsa historia, un general apellidado Castelo mantenía relaciones de índole económica con un prestamista de avanzada edad, D. Vicente Arroyo; por serias e irreconciliables discrepancias suscitadas por la presión que venía ejerciendo sobre él, relacionadas con las cruentas imposiciones de la usura, estranguladora de hogares, el hijo del general le visita en su casa y, tras una acalorada discusión, le insulta y abofetea. ¿Qué sucedió después? El falso testigo, haciendo uso de una desbordante imaginación, sólo equiparable a su verborrea, declara: “… A los pocos momentos D. Antonio Arroyo (hijo de D. Vicente) se enteró de la agresión de que había sido víctima su padre, y enseguida nombró representantes suyos a dos amigos para que exigieran del Sr. Castelo una reparación en el terreno de las armas […] Después, El Sr. Arroyo se trasladó a una finca que posee en Villalba, esperando el resultado de la entrevista que habían de celebrar unos y otros padrinos […] El Sr. Arroyo dio a sus padrinos instrucciones precisas […] Las condiciones del encuentro eran, a pesar de todo, tremendas. A espada francesa, guante hasta el codo y cuantos asaltos fueran precisos, hasta que uno de los adversarios quedase muerto en el terreno, entendiéndose que, de resultar uno herido, si aún se hallaba en condiciones de defensa, el duelo continuaría a pistola y a corta distancia …”

El relato de estos rocambolescos hechos en los que, ni por asomo, hubo necesidad de un duelo a lo Pushkin, muerto de un tiro en un duelo de honor, tiene su continuación. Los reporters de España Nueva, por creer conveniente conocer el juicio solvente de los principales maestros de armas, recaban las opiniones de los maestros Sanz y Arandilla (los maestros Carbonell y Roque no se encuentran en Madrid), acudiendo también al Casino Militar pero, explican, al igual que “en otros Centros se abomina del duelo en casos análogos, en éste la sangre derramada en lances de honor, la vida cortada por el filo de una espada, es el mayor galardón y da preciosos materiales para escribir con letras de oro páginas brillantes en los anales de la caballerosidad”. Siguiendo las normas impuestas por el Código del Marqués de Cabriñana, un clásico en la materia, se hace mención ahora de las condiciones generales, de los usos y costumbres que en los desafíos a espada se imponen para, finalmente, recordar, no sin cierta dosis de morbosidad malsana, algunos históricos lances, como aquél en el que enfrentados el duque de Montpensier y su primo Don Enrique de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, murió este último de un disparo: “Reconocido por los doctores Inusi, Leyra y Rubio, resultó tener una herida penetrante en la región temporal derecha; las arterias temporales estaban rotas; la masa cerebral perforada; la vida de relación y de sensibilidad abolida; la respiración estertorosa”. Se trae también a la memoria de los lectores aquél duelo terrible efectuado a pistola en Manila en 1870 entre dos tenientes coroneles o el verificado en La Habana entre D. Alberto Jorrín y el capitán D. …, que se “concertó a sable con punta, filo y contra filo, hasta que uno de los adversarios quedase completamente inutilizado. Dada la voz de ¡adelante!, avanzó el capitán resueltamente, y atravesó de una estocada a su adversario, que murió treinta y seis horas después”.

Rarísima postal alemana del Madrid de principios del siglo XX

SE DA A CONOCER EL NOMBRE DEL TESTIGO PRESENCIAL Y SE

INFORMA DE SU HUIDA: LAS PUGNAS EN LA PRENSA
(España Nueva, Madrid, sábado 28 julio 1906)

A cuenta de todo lo que rodeó, desde un principio, la noticia, comenzaron a hacerse visibles las pugnas entre periódicos que, de otra parte, no eran extrañas. Puesto que El Imparcial del día 28 de julio ponía en duda su existencia, España Nueva sale al paso inmediatamente y aprovecha la ocasión para despacharse a gusto con su colega:

Como un periódico de la mañana pone en duda la existencia del duelo verificado en el Alto del León, y como se quiere encubrir con ironías, deficiencias, quizás inevitables, de información, hoy hemos salido en busca del testigo presencial a quien aludíamos en el número de anoche.

Por nobleza, por caballerosidad y por agradecimiento, no pensábamos descubrir a esa persona, trayendo su nombre a las columnas de ESPAÑA NUEVA.

Pero es el caso que un caduco diario de la mañana inicia hoy la sospecha de que ese señor que nos ha referido el lance es un ser fantástico creado por nosotros, y ahora nos vemos en la precisión forzosa de descorrer el velo de la gratitud, revelando el nombre y el apellido de la persona a quien aludíamos, para que resplandezca nuestra honradez profesional.

El amigo con quien hablamos ayer en el Lyon d´Or y que nos facilitó cuantos detalles del duelo publicamos anoche, es don Ángel García, persona muy conocida de autores y cómicos y que tiene ciertas relaciones con prestamistas.

Este don Ángel García fue co-empresario del teatro Lírico hace cuatro años, y asiste muchas tardes a la tertulia que autores y artistas tienen en la Maison Dorée.

Sin embargo, adonde va todos los días invariablemente es al Lyon d´Or.

Ayer, a las tres y media de la tarde, encontramos en este café a D. Ángel García, y él nos hizo espontáneamente cuantas manifestaciones relativas al duelo insertó anoche ESPAÑA NUEVA.

D. Ángel García y el Sr. Royo, o Arroyo -que todavía sigue este punto en el misterio-, tomaron un coche de punto, como dijimos, al llegar a Madrid, y en la calle de Arrieta (antes Biblioteca) detuvo el carruaje una persona amiga de ellos y nuestra.

Nos comunicó también el Sr. García que el Sr. Royo o Arroyo -no recordamos bien el apellido que nos dijo D. Ángel- es hombre que ya ha medido sus armas tres veces más en el terreno del honor, y que en uno de esos duelos hirió gravemente a su adversario.

Añadió D. Ángel García que la víctima de este lance tan misterioso es un hombre alto, de bigote rubio, con un lunar grande en la mejilla derecha y persona a quien se veía muchas veces paseando por delante de La Peña.

Con el Sr. García estaba otro caballero que asentía a las afirmaciones de D. Ángel y que, indudablemente, conocía el asunto tema de nuestra conversación.

D. Ángel García se negó en absoluto a facilitarnos  los nombres de los padrinos, como asimismo el origen del lance.

-Se trata de una cuestión muy grave y antigua.

-Pero no puede usted decirnos …

-Ni una palabra. He dado mi palabra de honor a Arroyo de no decirlo, y no lo digo.

Los otros detalles que dábamos anoche acerca del duelo, y que son tan difíciles de inventar, nos los facilitó el Sr. García, y los trasladamos fielmente a las cuartillas, sin errores ni exageraciones”

Bernabé Dávila. Ministro de la Gobernación.
(Fotografía Kavlak)

No contaban los periodistas con un serio imprevisto: Cuando acuden a su casa en su busca con el objeto de que se ratifique en sus declaraciones del día anterior, se encuentran con que no se halla en ella pues ha salido de Madrid y, en contra de lo que pudiera parecer, se sienten, sin embargo, triunfantes; erróneamente, interpretan esta repentina ausencia como una huida, lo que les envanece pues, según explican, “es la mejor prueba de que lo que nos dijo no es falso. El hecho de que el Sr. García haya desaparecido nos envanece. Es la mejor de que lo que nos dijo no es falso. ¿Porqué huye si no el Sr. García, habiéndonos citado ayer para que tomáramos hoy café con él? No queremos averiguar si D. Ángel García ha abandonado Madrid o si está escondido en su casa. Nos basta con que no le hayamos visto”.

La pugna entre El Imparcial y España Nueva,lejos de aplacarse y bajar de tono, continúa al día siguiente. Este último diario, en su nueva entrega folletinesca, a la que contribuye el lenguaje utilizado, correspondiente al domingo 29 de julio, se hace esta pregunta a la vez que, sin disimulo y con mucha, muchísima sorna, da unos argumentos como respuesta que no tienen desperdicio y que, indudablemente, no podían faltar en esta exposición del suceso; con cierta propensión a mostrarse demasiado “magnífico”, da la impresión que el niño pequeño recrimina al mayor su comportamiento:

Qué quiere “El Imparcial”? El Imparcial es el periódico más estoico y de más abnegación que existe en el mundo. Lejos de hallarse triste y compungido por las cosas que le pasan, se muestra alegre y hasta presume de gracioso. ¡A la vejez, viruelas!

Sin embargo, cuando nos dirige irónicamente chistes -porque la ha tomado con nosotros- parece como que recuerda con pena aquellos días ¡ay! en que sus tiradas eran positivamente grandes. ¿Porqué se dirige a nosotros, si ESPAÑA NUEVA no ha sido el único periódico que ha publicado las noticias del duelo de Guadarrama? Todos, absolutamente todos los periódicos, y el Heraldo más que ninguno, han coincidido con nosotros en la información. Y, a pesar de eso, las ironías de El Imparcial van solamente contra nosotros.

Conste que ESPAÑA NUEVA lo ha dicho mil veces. Desde el primer día venimos apuntando la sospecha de que quizás haya una confusión de nombres, en este lío de lances misteriosos, capitanes atravesados y duelistas morfinómanos.

Si el duelo ha existido, o si se trata de una invención, ningún periódico tiene la culpa. Y anoche, como nosotros, toda la Prensa dedicaba al asunto columnas y más columnas. Lo que no se puede decir ni en serio ni en broma, es lo que nos dice hoy El Imparcial, en prueba de agotamiento por lo visto. “ESPAÑA NUEVA-dice- tenía un testigo presencial, de cuyos labios había oído el relato del duelo y sus circunstancias.

Este testigo presencial -anoche lo dijo ESPAÑA NUEVA- era D. Ángel García, habitante en la calle de Toledo, 68, piso primero izquierda; él hubiera podido corroborar todas las manifestaciones de ESPAÑA NUEVA; pero este único testigo presencial ha huido, se le ha fugado a nuestro joven colega”. Únicamente a El Imparcial, que ya no está para estos trotes de hacer chistes y de ser agresivo, se le ocurre descolgarse con tal comentario.

Que ha huido el testigo presencial … ¿Y cómo se evita eso?

Que se nos ha fugado. El Imparcial por fuerza está tocando el violón.

Qué íbamos a hacer con el Sr. García? ¿Sujetarle por los brazos? ¿Atarle a nuestra mesa de redacción para que los redactores de El Imparcial pudieran venir a verle y a echarle terroncitos de azúcar?

Demuestra poca seriedad el antiguo colega diciendo esas tonterías a sus años y en plena crisis de achaques”

Pero es lo cierto que esa partida (temporal), que no huida, de D. Ángel García puso en serios aprietos a España Nueva, como se va a ver a continuación. Su gerente, D. Rodrigo Soriano, acompañado de los redactores del periódico que intervinieron en esta información, se dirigieron el lunes 30 de julio a la Presidencia del Consejo (de Ministros), donde habían sido citados por el Ministro de la Gobernación, Sr. D. Bernabé Dávila. El objeto de la visita era pedirle que hiciera todo lo que estuviese en su mano para localizar a D. Ángel García.

EN BUSCA DE GARCÍA
(España Nueva, Madrid, lunes 30 de julio)

Este buen García nos quita el sueño. ¿Dónde estará García? ¿Dónde se habrá metido García? ¿Porqué se esconde o huye García? ¡Por vida de García! … Nos va a volver locos ese hombre.

García se titula íntimo de Royo; Royo dice que no sabe quién es García, y este hombre, chiquitito y gordo, de ojos picarescos, vivaracho y de mundo, arma un lío de mil demonios y nos trae de cabeza a todos hace tres días.

Ha inventado García lo que nos dijo en el Lyon d´Or? Imposible. No tiene inteligencia suficiente para fantasear de ese modo, ni esa historia tan pletórica de extraños detalles la pudo inventar Ángel García. García nos dijo lo de los disparos de la Guardia civil, y esto ha resultado cierto. ¿Cómo pudo la inventiva de García coincidir con ese hecho positivamente exacto?

En fin, ello es que a García le  niegan  en  su  casa  y   otros aseguran que se ha largado a Santander, donde tiene a la familia.

El Sr. Alba (Gobernador civil de Madrid) nos ha pedido detalles acerca de Ángel García, a fin de telegrafiar al gobernador de Santander y que se le busque. Y nosotros hemos cumplido el encargo del Sr. Alba, deseando que encuentren por fin a García, que le interroguen y que resplandezca el buen crédito de ESPAÑA NUEVA y de la Prensa en general.

Ni nosotros ni ninguna publicación española es capaz de inventar duelos trágicos, ni fingir interviús con testigos que se dicen presenciales.

La policía de Madrid busca a García, y desde el ministerio de la Gobernación y desde el Gobierno civil se han remitido órdenes terminantes a Santander para cazar al fantasma.

Hasta ahora García se asemeja mucho al de La vuelta al mundo. ¿Dónde estará García?”

El Sr. Royo se refiere a García en su carta publicada en España Nueva el 30 de julio, y lo hace de una manera tajante: […] Ese señor, testigo presencial y que ha venido conmigo desde Villalba, según dicen unos que ha afirmado él. No caí hasta ayer tarde en quién era, cuando, describiendo al hombre por sus señas en la estación del pueblo, una persona que lo conoce se expresó con gran dureza acerca de dicho Sr. García, calificándole, delante de muchas personas (que en este caso no creo me dejarían por embustero), de un modo que no he de repetir, pero que me hace temer que ese hombre es capaz de decir que he venido con él de la China y que yo le he contado … todo cuanto él quiera, y en último caso no faltaría alguno, como él, que pudiera prestarse a una cosa semejante … ¡No quiero pensarlo, pues entonces me habían cerrado todos los caminos! Pero creo que no pasará una cosa así, y ya veremos el modo de desmentirlas con PRUEBAS, siguiendo la línea que me he trazado, pues antes tenía costumbre de que la gente me creyera por mi palabra, pero desde el momento en que se pone en tela de juicio el poco que poseo, necesito refrendar con argumentos cuantas afirmaciones hago …”

Pero no era éste el único frente que tenía abierto el Sr. Royo. Desde el momento en que se hace pública la noticia, unido a ella había aparecido un conocido nombre propio, el del poeta Francisco Villaespesa, cristiano y musulmán, al decir de Emilio Carrere, y quien, por ser amigo del Sr. Royo, consideró conveniente hacer una serie de declaraciones que nos interesa especialmente recuperar por escribirlas quien las escribió pero que, lejos de poner luz y taquígrafos, no vinieron sino a enredar más las razonables dudas que este falso duelo estaba provocando en una opinión pública deseosa de saber la verdad de lo que realmente había sucedido y, en este intercambio de declaraciones, se citan nombres de personajes conocidos de la época, como es el caso del escritor orientalista granadino, asentado en Madrid, Isaac Muñoz, gran amigo de Villaespesa, con el que compartía no sólo inquietudes estéticas sino veladas literarias en la casa de este último, y del librero y editor de los modernistas Gregorio Pueyo, trasmutado años después en el “Zaratustra” de la valleinclanesca Luces de Bohemia (1924). En el segundo trimestre de este año de 1906, Gregorio Pueyo le había editado Las Canciones del Camino, cuya bella cubierta, obra del pintor Juan Gris, se puede ver en este mismo artículo. Meses después, en noviembre o diciembre, le edita, igualmente, Tristitiae rerum (La tristeza de las cosas). Ambos libros fueron recibidos favorablemente porque, como dijo un crítico, “sus libros de versos se han agotado rápidamente, y ésta es la mejor demostración de que el público ha sancionado con su beneplácito la personalidad del joven poeta” .

CRUCE DE DECLARACIONES ENTRE LOS

SRES. VILLAESPESA Y ROYO

(España Nueva, Madrid, sábado 28 julio 1906)

El célebre poeta almeriense Francisco Villaespesa se presentó en la mañana del día 28 en el Ministerio de la Gobernación para más tarde hacerlo en la redacción de España Nueva, calle Arlabán, 7, para manifestar su versión de los hechos:

El martes nos había citado el Sr. Royo a varios amigos para almorzar con él. Sin embargo, el Sr. Royo faltó a la cita y no ha venido a Madrid hasta el jueves.

Respecto al duelo ese del que habla todo el mundo, no creo que tenga nada que ver con él mi amigo Royo.

Es cierto que su padre se dedica a negocios, según tengo entendido, de préstamo, y el hijo tiene intimidad conmigo y hasta me ha editado algunas obras.

Respecto al desafío que se le atribuye -esto es graciosísimo-, no lo creo ni él me dijo ayer nada cuando nos vimos. Es verdad que mi amigo se ha batido dos o tres veces, y es verdad que el año pasado tuvo un duelo con un capitán de Artillería en las inmediaciones de Guadarrama y en la misma forma relatada anoche por ESPAÑA NUEVA. En esa ocasión la espada del señor Royo atravesó a su adversario el capitán, y al caer éste al suelo se dobló la punta del arma. Pero eso fue el año pasado …”

La extrañeza que esta declaración de Villaespesa produjo en España Nueva merece ser reproducida, por esperpéntica: “Si este duelo del miércoles que ha descrito toda la Prensa, y principalmente nosotros, hubiera ocurrido el año anterior, como dice el Sr. Villaespesa, el escándalo que ahora se ha producido habría estallado entonces. ¿Es que el año pasado ocurrió lo que los periódicos contaron ayer y nadie se enteró? Es sencillamente inadmisible por la candidez que encierra.
    Dice además el Sr. Villaespesa que el subsecretario de Gobernación, Sr. Armiñán, le mandó ir a su despacho esta mañana y que le ha dicho lo mismo que a nosotros. Bueno. Será cierto lo que dice el señor Villaespesa, pero nos sorprende que un duelo tan grave haya pasado desapercibido durante un año”.

El mismo día 28 refiere La Época (el diario incluía en su cabecera la apostilla “Últimos Telegramas y Noticias de la Tarde”) que en el despacho del Sr. Armiñán, a la sazón Subsecretario de la Gobernación, el escritor calificó al Sr. Royo de “morfinómano completo”. A raíz de estas declaraciones, el Sr. Royo se mostraría públicamente indignado con el poeta, llevándole a creer, incluso, que él debió ser, y reproducimos sus propias palabras, “quien propaló la especie, refiriéndose a otro duelo de tiempo pasado, cuyo lance relató al Sr. Villaespesa un amigo de ambos” (ABC, Madrid, domingo 29 de julio). Al día siguiente, 30 de julio, enviaría esta carta al mismo diario:

Sr. Director de ABC.

Muy distinguido señor mío: Por ser el periódico que dirige uno de los que con más imparcialidad y sensatez ha acogido en sus columnas los ecos de la fantástica información relativa al asunto del duelo, que ha sido el suceso de actualidad en estos días, me permito rogarle la inserción de las siguientes afirmaciones …     

Para mí el asunto tiene dos etapas o períodos, que marcan respectivamente la aparición de España Nueva del viernes último (primera noticia que tuve del asunto), y la información que traen los periódicos de la mañana de hoy y los de la noche de ayer –que no han llegado a mi poder hasta las doce y media del día de hoy, pues es la hora en que se recibe la correspondencia aquí.

¿Quiere usted que le diga lo que ha pasado? Pues … no lo sé. Lo único  que puedo decirle es que  el pasado viernes por la noche  compré  España  Nueva,  y apenas había terminado de leer toda la información -si es que se puede llamar así a una colección semejante de absurdos, que ni siquiera tienen visos de verosimilitud- me disponía a emprender el camino de la redacción de España Nueva y me encontré al autor, según se dice, de las famosas aclaraciones; es decir, Villaespesa, con quien no conversé ni cinco minutos, pues me limité a decirle que momentos antes me había encontrado a nuestro querido amigo D. Isaac Muñoz, a quien tampoco hice más que saludar un momento, porque me manifestó que llevaba gran prisa y nos separamos en el acto.

Decíale a Villaespesa  el encuentro que había tedido (sic) con Isaac cuando pasó a mi lado mi excelente y buen amigo D. Manuel del Cerro, y al verle me separé de Villaespesa, despidiéndome de él, y me reuní con el Sr. del Cerro, que podrá decir dónde y a qué hora nos separamos y en qué invertimos el tiempo que estuvimos juntos.

Hice leer al Sr. del Cerro el número de España Nueva que tenía en mi poder, y no he de contar la sorpresa que tuvo al decirle yo que todo aquello era una mentira.

Después de costarme gran trabajo convencer a mi amigo de que todo cuanto decía el periódico era falso, convinimos, por indicación de él y dominando la irritación grande que dicha farsa me había producido, en ir a la Redacción de España Nueva con el fin de obtener una conferencia con cualquier persona de dicho periódico y ver si de ésta salía la rectificación de la novela. Desgraciadamente, cuando llegamos a la calle de Arlabán, nos encontramos con que ya no había allí ni el director ni ninguno de los redactores.

Preguntamos el señor del Cerro y yo dónde podíamos encontrar al Sr. Castro y nos dijeron que lo ignoraban; que fuésemos a su casa, Cedaceros, 10, por más que no tenían grandes esperanzas de que le localizásemos. El sereno de esta última calle nos dijo que el Sr. Castro no habría vuelto a su casa ni sabría a que hora volvería. Se le preguntaron los sitios a que solía concurrir, y de allí nos dirigimos a Carrera de San Jerónimo, café de la Iberia, donde, por consejo siempre de mi amigo señor del Cerro, le escribí una atenta y correcta carta, en la que le rogaba, apelando, más que a la ley, a su hidalguía, que hiciese el favor de publicar las rectificaciones que la misma contenía, por ser absolutamente falso, en lo que a mí se refería, cuanto publicaba el periódico; pues hay que advertir que yo no podía tener aquella noche la absoluta seguridad de que se tratase de mí, ya que se atribuía el hecho a un D. Antonio Arroyo o Royo y Morán, y únicamente solicitaba la rectificación en el sentido de que fuese yo el aludido.

Terminada la carta, emprendimos el señor del Cerro y yo una persecución encaminada a dar con el Sr. de Castro. Todo fue inútil. Volvimos a avistarnos con el sereno, y después de encarecerle la importancia que la carta tenía, le rogamos que no dejase de entregarla tan pronto como viniese, al Sr. Castro, o bien al Sr. Redondo, que según nos dijo, le acompañaba siempre, después de advertirle la necesidad de que recogiese el sobre firmado.

Habíamos hecho todo cuanto podíamos hacer y a todo esto era sobre la una y media de la noche.

Desde allí nos dirigimos a mi casa, hasta cuya misma puerta me acompañó el señor del Cerro, no retirándose hasta que un sirviente mío me abrió la puerta.

Esta circunstancia me permite desmentir rotundamente la afirmación que el Sr. Villaespesa ha hecho, según un periódico de la mañana. De haber permanecido conmigo hasta las dos de la madrugada de la noche del viernes, y esas otras afirmaciones de los relatos de fantásticos sucesos, que dice haberle hecho yo en múltiples ocasiones …

Indudablemente, para el Sr. Villaespesa son alucinaciones morfínicas … (aquí una enumeración de favores que asegura el autor de la carta haber hecho al Sr. Villaespesa).

Lejos de mi ánimo está la idea de ofender al Sr. Villaespesa. No hago más que sentar hechos que, por desgracia, son mucho más ciertos que los que él me ha atribuido.

Hago punto aquí, que es donde termina la primera parte de la historia, prometiéndome continuar, si por uno de esos favores que nunca se agradecen bastante, me hiciese usted el más grande que se me puede hacer: publicarlo para restablecer la verdad de los hechos.

Alfonso Luis ROYO DE SAN MARTÍN
Villalba, 29 de Julio de 1906.”

Por su parte, Francisco Villaespesa enviaría al Heraldo de Madrid una carta que se publicaría el domingo 29 de julio:

Madrid, 29 de Julio de 1906
Señor director del HERALDO DE MADRID.

Muy señor mío: El Imparcial de hoy 29 de Julio, dice que el Sr. Royo San Martín está profundamente indignado conmigo por considerarme promotor de este fantástico y divertidísimo suceso.

En descargo de mi fantasía, que jamás en la vida real tomó vuelos tan homéricos, debo repetir de nuevo lo ya dicho a mi amigo el Sr. Armiñán.

En su casa, y no en un tranvía, y ante un amigo de absoluta formalidad, escuché de los labios del Sr. Royo el relato espeluznante y detallado, estilo Ponson du Terrail, y me fue contado como ocurrido hacía un año y en la misma forma pintoresca que lo narra España Nueva.

Yo me he limitado única y exclusivamente a hacer la luz en los misterios folletinescos de este asunto, y a contestar sencillamente a las preguntas de muy estimado amigo Sr. Armiñán.

Esta es la única intervención que he tenido como poeta y como amigo en esta peregrina aventura.

Gracias anticipadas de un afectísimo seguro servidor, q.b.s.m., Francisco Villaespesa”.

A cuenta de las relaciones entre el Sr. Royo y Francisco Villaespesa, Gonzalo de Quirós ironizaba en la sección Flores Cordiales de La Correspondencia Militar del 1 de agosto: “La trama fantástica del duelo ha servido para hacernos saber que Royo vestía a Villaespesa y le daba de comer. Ahora me explico los vuelos prosaicos que el poeta dio a la imaginación. ¡Oh! ¡Buscar el vil garbanzo! Nuevamente queda probado que los duelos con pan son menos”

Con el fin de dar por zanjado definitivamente este desagradable asunto, Francisco Villaespesa escribiría, ahora sí, por última vez, esta carta cuyo contenido transcribimos íntegramente:

Sr. D. Rodrigo Soriano.

Mi querido amigo: Acabo de leer la carta del Sr. Royo en ESPAÑA NUEVA, y por última vez me decido a intervenir en este ya excesivamente manoseado asunto.

En primer lugar, debo advertir que es absolutamente inexacto que yo afirmarse haber estado con el Sr. Royo hasta las dos de la mañana del sábado.

Dije simplemente que le había visto en el boulevard la noche del viernes y que nada sabía del asunto.

Mi intervención se ha reducido a lo siguiente: interrogado por mi respetable amigo don Luis de Armiñán, respondí que dudaba de la realidad del lance por haber estado acompañando al Sr. Royo y arreglando con él asuntos editoriales la tarde del jueves y casi todo el día y parte de la noche del viernes, y, francamente, no advertí en él el más leve indicio que me hiciera sospechar que acabara de matar a un hombre. El estoicismo espartano siempre he creído que desapareció con los lacedemonios. Añadí, además, que recordaba haber oído relatar al Sr. Royo, en su casa y a presencia de nuestro amigo el notable escultor (sic) D. Isaac Muñoz, un lance ocurrido hacía un año, y, por extraña coincidencia, análogo al narrado en los periódicos.

Qué afirmé que el Sr. Royo era morfinómano? Esta noticia ya la había dado la Prensa y jamás ha negado dicho señor que vive, merced al poético veneno, en paraísos tan encantados como los del divino Baudelaire.

En resumen: todo cuanto afirmé al señor Armiñán y dije a usted en ESPAÑA NUEVA está en pie. Nadie me ha probado lo contrario. Así, pues, mi misión se ha reducido a desvanecer en obsequio del Sr. Royo los misterios rocambulescos (sic) en que estaba envuelto este suceso.

Y hablemos de otra cosa. Dice el Sr. Royo en sus comunicados al ABC y a ESPAÑA NUEVA, que yo le soy deudor de favores particulares; yo agradecería de buen grado esos favores; pero debo advertir, y obran en poder del librero Sr. Pueyo documentos confirmativos de mi aserto, que jamás he recibido del Sr. Royo más favores que los que puede realizar un editor que atienda, naturalmente, a su negocio.

Y basta ya. Doy por terminado este enojoso asunto, del cual no volveré a ocuparme en la Prensa.

Gracias anticipadas por la inserción de estas líneas, y queda de usted siempre amigo y admirador,

Francisco Villaespesa
Madrid, 30 de julio de 1906.(España Nueva, Madrid, martes 31 de julio)

CON ROYO Y GARCÍA SE COMPLETA EL PUZZLE …

Y COLORÍN COLORADO, LA CUESTIÓN ES PASAR EL RATO

Carlos Cruselles, periodista del que partió toda esta increíble historia, escribió en España Nueva (2 agosto) su particular “pliego de descargos” en una columna que tituló muy gráficamente “Necesariamente célebres. Royo y García”. Con un gran sentido del humor, no faltan en él alusiones a los célebres diestros del toreo Bonarillo y Reverte, Machaquito y Lagartijo y nos reafirma en la idea ya expuesta del “enredijo tragicómico”: 

Es indiscutible que Royo y García son a estas horas dos hombres célebres […] ¡Royo y García! Vaya un par de figuras … Ni Bonarillo y Reverte, ni Machaquito y Lagartijo, armaron más jaleo que esa invencible pareja. El uno diciendo que ha matado en desafío a un capitán, y el otro dando pelos y señales del duelo, son a cada cual mejor. Lo cierto es que el infundio fue propalado y creído por toda la Prensa, y que la gente pasó unos días admirables … […] Después de todo, la cuestión es pasar el rato: ¿Qué más da?

-Royo- dicen- es un morfinómano que sueña con desafíos y con cacerías de tigres. Está chiflado … […] La primera vez que nos visitó el Sr. Royo, nos dio el gran susto.

-Ahí está el Sr. Royo, que desea hablar con ustedes- dijo el ordenanza.

Y todos palidecimos. Un hombre que acababa de ensartar a un jefe del Ejército, era un hombre de cuidado.

Nos miramos unos a otros antes de ordenar que pasara, sentimos un ligero estremecimiento y dijimos al fin pensando en el decoro profesional:

-Que pase y sea lo que Dios quiera …

Segundos después penetraba en nuestras oficinas un joven pálido, sencillo y agradable. El hombre nos abrió su pecho. Venía a sincerarse ante nosotros y a protestar de la muerte de un capitán que la Prensa toda le colgaba.

-Yo no he sido -exclamaba-. Yo no he matado nunca a nadie. Yo soy un infeliz … […]

Ayer, a eso de la una, volvió a visitarnos. Le traía un motivo de dignidad que deseaba esclarecer: la afirmación de que su padre es usurero.

-Ya ven ustedes-decía-. Se asegura que mi padre es un matatías. Eso no es cierto. Yo estoy contristado, lleno de dolor, abatidísimo. ¡Decir eso de mi pobre padre! … ¿Me permiten ustedes que avise un bisteck con patatas?

-Es usted muy dueño de hacer lo que le plazca.

-Gracias, señores, mil gracias. Son ustedes muy amables y muy simpáticos.

Y el Sr. Royo, que vino con el corazón traspasado por la afirmación calumniosa de que su padre presta con interés, se comió la carne y las patatas en un momento de cariñosa expansión que le estimamos, mientras repetía con triste acento:

-Vamos; ¡Miren ustedes que decir que mi pobre padre es usurero! … ¡Qué infamia, señores, qué infamia! Estoy sufriendo como no pueden ustedes figurarse …

Y cuando dio fin del bisteck pagó y se fue tan apesadumbrado como vino …

Incidiendo en su exculpación, Carlos Cruselles, que con toda seguridad desde hace días ha comprendido su flagrante error al hacer caso sin las comprobaciones oportunas de las afirmaciones que le hizo Ángel García, explica al lector lo que verdaderamente ha sucedido:

Yo  hablé con Ángel García y de sus labios salió cuanto dijo ESPAÑA NUEVA.

Si el hoy famoso García me describe un duelo entre el conde B y el marqués X, le hubiera escuchado sin tomar nota de sus afirmaciones. Pero no fue así. García me relataba las peripecias de un lance sostenido, según él, entre un militar y el hijo de un usurero, y eso, conociendo la profesión de Ángel, aunque ligeramente, como yo la conozco, tenía ya caracteres de verosimilitud. Cualquier periodista en mi caso le habría creído como yo. Es más, García referíame detalles que difícilmente pueden haber sido inventados por él. El detalle de los disparos de la Guardia civil, cuya confirmación vino luego por extraña coincidencia; el detalle de la multa que habían impuesto al Sr. Royo por faltar a la vista de un proceso el día en que se batió; el detalle de la mano, que el Sr. Royo mostraba con erosiones, producidas por el manejo de la espada el día del lance; el detalle … ¡Mil detalles más muy raros y muy precisos, que cualquiera escucha y recoge como exactos!

Es posible que los espíritus desconfiados y perspicaces me digan que porqué no comprobé las manifestaciones de Ángel García. Y a eso pregunto yo:

Cómo se comprueba la existencia de un duelo minuciosamente descrito a las cinco de la tarde por un señor que se llama testigo presencial? ¿Es que un duelo sigilosamente desarrollado, como todos los lances de honor, puede ser confirmado o desmentido en esta o en aquella Delegación, lo mismo que si se tratara de una riña entre dos organilleros? Quien diga semejante cosa, o no conoce la precipitación con que se hacen los periódicos, o cree que los duelos son espectáculos públicos que pueden ser presenciados adquiriendo localidades de sol o de sombra.

Yo hablé, sí, señores, con Ángel García y le creí. Allá él si lo que me aseguró no es cierto […]. Y, puesto que el Sr. Ángel García afirma una cosa diferente que la que manifiesta el Sr. Royo, finaliza su crónica el periodista afirmando que “… aquí el único que lo entiende es el señor Royo, que le pillan todos estos infundios y los que vengan con un bisteck en el cuerpo …”

El suelto de ABC (1 agosto) reproducirá las declaraciones telefónicas que, desde San Sebastián, hace el ya tantas veces citado testigo presencial Ángel García: ”El jueves último, al subir en un coche desde la estación al centro de Madrid, acompañado por el Sr. Royo, me dijo éste que acababa de batirse; que había herido a su adversario en un hombro, y otros detalles más del supuesto lance. Después encontré en el café Lyon d´Or a un redactor de España Nueva y le referí el suceso. Afirma, además el Sr. García, que dio crédito a las aseveraciones del Sr. Royo, no sólo por considerarle hombre veraz, sino porque le mostró la mano derecha, en la que aparecían unas rosetas sanguinolentas. Conviene recordar que D. Ángel García apareció hasta ahora, en este enojoso y ya pasado asunto, como testigo presencial del lance”. Finaliza su noticia ABC con su particular “colorín colorado”: “Y creemos que, para canard, quid proquo (sic), fantasía patológica o lo que haya sido en su origen el fantástico duelo, le hemos concedido ya atención excesiva”.

Una larga carta del presunto duelista José Castelo, que hasta entonces no había hecho acto de presencia, enviada a España Nueva (4 agosto), pretendía, y utilizamos, extractadas, sus propias palabras, “poner fin, en nombre de la justicia y la verdad, […] a la odiosa novela que en estos días se ha forjado alrededor de mi modesto, pero siempre honrado pesebre […] y protestar con toda la energía de mi alma indignada de todo cuanto de mí se ha dicho y propalado en estos días, atribuyéndome un duelo con persona a quien jamás he conocido y fundándolo en causas que no dejaban bien parado mi siempre claro proceder social”

Sin necesidad de molestos careos, estas dos últimas cartas fueron suficientes para poner fin a esta información sobre este misterioso duelo sin duelistas. La noticia, que no daba más de sí, había contradicho esa vieja proposición según la cuál “es cosa fácil decir la verdad y difícil decir una mentira”.